lunes, 30 de junio de 2014

[CREES QUE NO PASA NADA...], Omar Jayyan

Crees que no pasa nada, que estás para
seguir—pues quién no cree que aún da de sí—.
Y es que no pasa nada. No se para
la vida. Puede prescindir de ti.

OMAR JAYYAM, Caravana y desierto, Renacimiento, Sevilla, 2014, p. 54.

Versión de Javier Almuzara

&
Tom Ribot

domingo, 29 de junio de 2014

[EN SUS AGENDAS...], Francisco Sosa Wagner

En sus agendas las sirenas apuntan las tempestades.


FRANCISCO SOSA WAGER, Guindas en aguardiente, Uned, Valencia, 2000.
&
Herbert James Draper

sábado, 28 de junio de 2014

[HUYEN LAS TIJERETAS...], Manuel Villena


Huyen las tijeretas.
El melocotón despreciado
desata el gozo de las hormigas.

Manuel Villena
&
J. Gallego

viernes, 27 de junio de 2014

CARENCIA: f. FALTA O PRIVACIÓN DE ALGO, Iván Teruel Cáceres

CARENCIA: f. FALTA O PRIVACIÓN DE ALGO

   Un edificio a medio construir, un puzle inacabado, la manga vacía de la gabardina de un manco, el torso de Belvedere. Ese extraño embelesamiento. O aquella necesidad de buscar siempre alguien inseparable: en el colegio, en el instituto, en la universidad. Y después Valeria y la manera desesperada de entrar en ella. Apenas un sucedáneo. La condición de hijo único, pensabas. Pero un día, inesperadamente, aparece la foto de colores desvaídos, con el año de tu nacimiento en el reverso. La foto de tres, tal vez tomada por tu padre. La foto en que tu madre, con una expresión que no le recuerdas, posa, feliz, con dos bebés en el regazo. Dos bebés iguales, exactamente iguales.

Iván Teruel Cáceres
&
Garry Irvine



jueves, 26 de junio de 2014

MALENA, Edwin Madrid



MALENA

   Al amanecer dijo: Regresemos que tengo que alistar a los niños. Entonces, el castillo volvió a ser el mismo motel descascarado de las afueras de la ciudad.

EDWIN MADRID, Mordiendo el frío, Visor, Madrid, 2004, p. 24.
&
Christian Schloe

miércoles, 25 de junio de 2014

[EL PASADO CALCINA...], Manuel Villena

El pasado calcina la popa.
La vida: ese incendio
en el que remar sin brío.

Manuel Villena
&
Joan Fontcuberta

martes, 24 de junio de 2014

[ODIO Y AMO...], Catulo

Odio y amo. ¿Cómo es posible eso?, quizá me preguntes.
No lo sé. Pero siento que es así, y es una tortura.

Catulo
&

lunes, 23 de junio de 2014

LAS SIRENAS VISTAS POR CRISTÓBAL COLÓN, Vicente Muñoz Puelles



LAS SIRENAS VISTAS POR CRISTÓBAL COLÓN

   Pese al escepticismo de los atenienses, las sirenas de cola de pez existían y aún existen.
   El primero en verlas con vida en su medio natural y describirlas fue nada menos que Cristóbal Colón. Ocurrió en el transcurso del primer viaje, cuando ya pensaba en volver a España. Colón iba a bordo de la carabela Niña.
   Un día, al norte de La Española, estaban aprovi­sionándose de agua en un río cuando los marineros empezaron a gritar:
   —¡Sirenas! ¡Sirenas!
   Tres grandes criaturas, que habían emergido de repente junto al bote, se quedaron mirándoles con gesto de sorpresa, como si tampoco esperaran encon­trarles allí.
   —¡Llamad al almirante! ¡Decidle que son sirenas!—gritó uno.
   Poco después, Colón salió a cubierta para verlas también.
   Eran de piel gris, desnuda y sin pelo. Sus extremi­dades anteriores tenían forma de aleta, y podían usarlas como manos. La cola, larga y redondeada, acababa como una pala.
   Las sirenas se acercaron más al bote, como si fue­ran miopes, y entonces observaron que una de ellas se mantenía en posición vertical, con la cabeza y los hombros fuera del agua, mientras con una de las ex­tremidades anteriores sujetaba una cría. Las otras dos nadaban indolentemente con la cola, y usaban las aletas para darse la vuelta. Luego se sumergieron. A ratos volvían a la superficie para respirar.
   De vuelta en su camarote, Colón escribió en su diario:
   «En una ensenada de la costa de La Española vi tres sirenas, pero les faltaba mucho para ser tan be­llas como las de Horacio».
   En cambio, los marineros las encontraban hermo­sas, y lamentaron mucho dejar de verlas.
   Hoy sabemos que las sirenas de Colón no eran ta­les sirenas sino manatíes, mamíferos del orden de los sirenios, que viven en las aguas tropicales de África occidental y del Caribe, y en los estuarios de dos grandes ríos, el Orinoco y el Amazonas. Pero a los ojos de los antiguos navegantes, que a veces llevaban meses y hasta años sin tocar tierra, los manatíes te­nían rasgos casi humanos salvo por la cola, que era de sirena. Y emitían unos resoplidos que podían con­siderarse como cantos.
   De vuelta en sus hogares, todos presumían de ha­ber visto y escuchado a las sirenas. Y, con cada viaje, la leyenda se iba enriqueciendo y ampliando.
   Se contaba, por ejemplo, que a las sirenas les gus­taba sentarse en una roca, preferiblemente con sus se­mejantes, y peinar sus largos cabellos. Y también que algunos marineros se habían enamorado de ellas y las habían seguido hasta las profundidades marinas, de donde no habían vuelto.
   Hay también otro tipo de sirenas, que a veces se exhiben en museos y ferias. Son las sirenas de las is­las Fiji, que los pescadores de ese archipiélago y de otras islas del Pacífico fingen haber capturado, y cu­yos cuerpos disecados venden como recuerdo a los turistas. Si se examinan con atención, se observará que son una superchería, confeccionada cosiendo la parte anterior de un mono joven a una cola de pez, y añadiendo piezas de pasta de papel.
   Y es que, aunque las sirenas cambien de forma y su existencia misma se ponga en duda, los ecos de su leyenda permanecen.

VICENTE MUÑOZ PUELLES, Cuentos y leyendas del mar, Anaya, Madrid, 2013, pp. 51-53.
&
John William Waterhouse

domingo, 22 de junio de 2014

LÁGRIMAS Y FÚTBOL, Andrea Aspesi



LÁGRIMAS Y FÚTBOL

   Recuerdo cuando lloré por un partido de fútbol. Tenía unos seis años y poco antes me había apasionado y decidido a cuál equipo apoyar; escuchaba por radio la crónica de los partidos de campeonato y un domingo en la tarde mi equipo estaba perdiendo el partido. Yo quería hacer algo, apoyarlos, dar mi contribución, por eso, al terminar el primer tiempo, recé a Dios: “Te ruego que los hagas empatar, por lo menos, y te prometo ser obediente.” No pensaba que aquello fuera un argumento demasiado frívolo para que Él se ocupase del tema porque se trataba de fútbol y, entre los compañeros de la escuela, apoyar al propio equipo era una cuestión de fe.
   Se reinició el partido y comenzó mi ansiosa espera de la respuesta divina, pero pasaban los minutos, los pases terminaban fuera del juego, las acciones de ataque no llegaban al área penal, los delanteros de mi equipo no lograban siquiera patear al arco. Me pregunté el por qué de aquello y pensé: “Quizás en este mismo momento otro aficionado del otro equipo está rezando y pidiendo lo contrario de lo que yo he pedido a Dios. Quizás Él toma sus decisiones sumando y confrontando las oraciones y las buenas acciones de ambos.” Podía ser verdad que basándose en esa cuenta fuera correcto que mi equipo perdiese pero no me parecía justo.
   Cuando el cronista hizo su anuncio al silbatazo final del árbitro, lloré, y aún hoy me avergüenzo. Desde entonces han pasado los años y no sigo el fútbol como entonces y tampoco voy a misa. Hoy, cuando alguien me pregunta de cuál equipo soy simpatizante, respondo: “Soy ateo.”



Andrea Aspesi
&
David Vela

sábado, 21 de junio de 2014

EL MONO DE LA TINTA, Jorge Luis Borges & Francisco Toledo

EL MONO DE LA TINTA

Este animal abunda en las regiones del norte y tiene cuatro o cinco pulgadas de largo; está dotado de un instinto curioso; los ojos son como cornalinas, y el pelo es negro azabache, sedoso y flexible, suave como una almohada. Es muy aficionado a la tinta china, y cuando las personas escriben, se sienta con una mano sobre la otra y las piernas cruzadas esperando que hayan concluido y se bebe el sobrante de la tinta. Después vuelve a sentarse en cuclillas, y se queda tranquilo.

WANG TA-HAI (1791)


JORGE LUIS BORGES, Manual de Zoología fantástica, FCE, México, 1984, pp. 112-113.
&
Francisco Toledo

viernes, 20 de junio de 2014

[SOBRE LA ACERA...], Emilio Gavilanes


Sobre la acera,
a la puerta del insti,
manchas de chicle.

EMILIO GAVILANES, El gran silencio, Comares, Granada, 2013, página 10.

jueves, 19 de junio de 2014

LA CIVILIZACIÓN ES..., Ramón Eder


La civilización es hablar del tiempo con un desconocido en el ascensor.

RAMÓN EDER, Relámpagos, Cuadernos del Vigía, Granada, 2013, p. 29.

miércoles, 18 de junio de 2014

[CAMINO SOBRE UN ALAMBRE...], Manuel Villena

Camino sobre un alambre
de puntos suspensivos...
Es mi cielo el abismo.

Manuel Villena

martes, 17 de junio de 2014

[MI ESPECIALIDAD SON...], Roger Wolfe

   Mi especialidad son las obras fallidas. Y la más importante de todas ellas es mi propia vida.

&

lunes, 16 de junio de 2014

PRESAGIOS, Erika Martínez

PRESAGIOS

Crujir de ramas.
Como un péndulo ágil
suave mi sombra.

ERIKA MARTÍNEZ, Color carne, Pre-Textos, Valencia, 2009, p. 34.
&

domingo, 15 de junio de 2014

[BRAZOS DESNUDOS...], Ramón Gómez de la Serna


Brazos desnudos del verano, brazos de niña, brazos que apiadan, brazos llenos de elegancia, de candor, de finura, de diafanidad... Los brazos desnudos son la desnudez más pura, la desnudez siempre niña.

Ramón Gómez de la Serna
&
Julio Ojea

sábado, 14 de junio de 2014

[LA NOCHE ES...], Raquel Vázquez


La noche es caricia de metal que ya se hunde.


&
Alain Fleicher

viernes, 13 de junio de 2014

SUSTO, Pedro Crenes Castro

SUSTO

   A Tito, para cuando despierte

   Cuando despertó, el dinosaurio huyó asustado.


PEDRO CRENES CASTRO, Microndo, Casa D Cartón, Madrid, 2014, p. 47.

jueves, 12 de junio de 2014

[CIRUELAS EN LA HIERBA...], Manuel Villena

Ciruelas en la hierba.
Agraz nostalgia
del instante en sazón.

Manuel Villena
&
Masha Yankovskaya

miércoles, 11 de junio de 2014

[UN ESTETA ES UN SEÑOR...], Erik Satie



   Un esteta es un señor que prefiere las verduras naturales a las conservas.


ERIK SATIE, Memorias de un amnésico y otros escritos, Fugaz, Madrid, 1989, p. 108.

martes, 10 de junio de 2014

EL TRADUCTOR APRESURADO, Eduardo Berti

EL TRADUCTOR APRESURADO

   Un muy novato editor de París, que dirigía una colec­ción que daba preponderancia a los libros clásicos (no por amor a las «obras inmortales», sino porque los lite­ratos muertos no pretenden cobrar regalías), dio a tra­ducir la novela Vathek, de William Beckford, sin saber que el inglés la había escrito originariamente en fran­cés y que la versión que él tomaba como el texto madre no era otra que la traducción del reverendo Samuel Hen­ley. El traductor que recibió el encargo —un afable espe­cialista en letras góticas— nada dijo del error; muy al contrario, fijó sus honorarios y apareció a los diez días en la casa editorial con la labor cumplida, vale decir, con una copia fiel, letra por letra, del original francés de Beck­ford. El editor se quedó atónito. Ya le habían dicho que este traductor era muy eficiente, pero tal celeridad le resultaba inconcebible.
   Transcurrieron dos meses y el especialista en letras góticas recibió un llamado del editor. «La traducción está bastante bien pero me he permitido introducir algunos cambios para nada relevantes». Decidido estaba el tra­ductor a confesarlo todo, a aclarar el malentendido, cuan­do escuchó que el otro le recomendaba: «No se apresu­re tanto la próxima vez. Es innecesario y se nota».

EDUARDO BERTI, La vida imposible, Emecé, Buenos Aires, 2002, p. 14.

lunes, 9 de junio de 2014

EL FOTÓGRAFO Y LA MODELO, Jorge Valdés Díaz-Vélez


EL FOTÓGRAFO Y LA MODELO

El tiempo que fue siempre tu enemigo
se detuvo en tu imagen. Ya eres esa
chica de calendario, la princesa
sin fábulas, el ángel que consigo

colgar de cualquier nube. De oro y trigo
la luz ensortijada en tu cabeza,
la arena que se acaba en donde empieza
la línea de tu sexo. Estás conmigo

y no tienes tristezas ni pesares
ni citas por cumplir. Sólo reposas
inmóvil en el cuadro, entre palmeras
de plástico y heladas mariposas

robadas del Cantar de los cantares.
No sabes que no has muerto. Si supieras.

Jorge Valdés Díaz-Vélez

Escribir la luz. Fotografía & literatura, Revista Litoral, nº 250, Málaga, 2010, pp. 300-301.
&
Juan Rulfo

domingo, 8 de junio de 2014

[LAS ARENAS DEL TIEMPO...], Manuel Villena

Las arenas del tiempo
cubren los pétalos caídos.
Ya amanece el olvido.

Manuel Villena
&
Chema Madoz

sábado, 7 de junio de 2014

DEMONIOS ACUATICOS, Álvaro Cunqueiro

DEMONIOS ACUATICOS

   Como estamos en el mes de agosto, en días de vacación, yo me tomo unas horas de vagancia para contarles a ustedes de demonios acuáticos. Acaso alguno está bañándose cerca de donde yo lo hago, en aguas de la ría viguesa, en cualquiera de las largas y finas playas de su orilla izquierda. Como saben –lo han contado Patai y Graves en su libro Mitos de los hebreos, tan curioso-, los talmudistas y cabalistas sostienen que los luciferinos no pueden meterse en el agua, y por dos razones: a) porque se denunciarían a las gentes que los vieran sumergirse, ya que producirían el mismo humo y el mismo chirrido que hace, al entrar en el agua, el hierro al rojo vivo en la fragua del herrero; b) porque, entrando el demonio en el agua, provoca tempestades en las que él mismo perece. No obstante, la tradición europea –Horst con su Demonomagia al canto- cree que el demonio puede bañarse en el mar y en los ríos, y si bien, cuando viaja en barco, éste padece una mala travesía, ya tempestades, ya calmas chichas, la nave llega a su destino. Se sabe que varios demonios han utilizado la nave del Holandés Errante para trasladarse de Europa a América, o viceversa, o viajar por el Mediterráneo. En un proceso de la Inquisición, en la Lima del siglo XVII, un demonio apareció instalado cómodamente, con todos los servicios a su disposición, en el cuerpo de un comerciante, natural de Badajoz –que no todos los extremeños de Indias iban a ser conquistadores, centauros o casi dioses-. No había quien echase del cuerpo del extremeño al diablo aquél, quien dijo llamarse Tuno, y el infernal discutía con los inquisidores, los cuales le preguntaron cómo había llegado al Perú y de dónde. Dijo Tuno que en nave procedente de Sevilla, aunque él desde hacía siglos vivía en Toledo, "cabe las tinerías", y que, gracias a él, pese a las tempestades, la flota del año de su viaje había llegado sin novedad. Y para probar lo del viaje en nave Tuno dijo a los inquisidores "cuarenta y dos términos de marinería, velas y maniobras, y algunos obscenos". Se asegura que, en el XVIII, estando el que luego sería famoso violinista Paganini condenado a servir un remo en las galeras de Génova, tenía como compañero diestro de banco un demonio, al que vendió su alma por la libertad y el arte de tocar el violín. El demonio habría ido a galeras por hacerse con aquella alma sombría y misteriosa de Paganini, de la que nos cuenta Heine, que le escuchó tocar en las "Noches florentinas"... Por de pronto, pues, ya tenemos un demonio que sabía remar.
   El cardenal Hiller –hombre muy puntual en sus relatos: en Escocia vio una sirena, recogida en casa rica, domiciliada en una bañera y que sabía calcetar-, que escribió una Historia de Inglaterra, asegura que los demonios que pasaron a la Gran Bretaña fueron nada menos que setecientos setenta y siete, y lo hicieron a nado, al mismo tiempo que el Judío Errante, el cual iba de pie sobre las olas como si caminase por un prado. Esta noticia de Hiller plantea problemas: o todos los demonios saben nadar y pasaron a Gran Bretaña los que quisieron, o fueron escogidos entre los demonios setecientos setenta y siete que sabían nadar y eran capaces de hacer la travesía del Canal. Sería interesante saber el tiempo que los demonios nadadores tardaron en atravesar el Canal, y si su récord ha sido o no batido por los que en nuestros tiempos se dedican a hacer la travesía a nado. Podían haber ido en vuelo a Inglaterra, pero Hiller es formal: fueron a nado. Hay más: de esta travesía a nado les ha quedado, a los demonios que trabajan en Inglaterra, un lunar escamoso en la nalga derecha.
   Se saben todas las preocupaciones de los europeos medievales al construir un puente. Un puente, y esto lo sabían los griegos, violaba el orden natural, pues unía las dos orillas del un río, que por algo estaban separadas. El río había que cruzarlo, pues, por un vado o en barca. Los persas fueron derrotados por los atenienses en tierra y mar, en Maratón y Salamina, con la ayuda de los dioses, furiosos contra el miedo porque habían hecho un puente de barcas para que su ejército pudiese pasar el Bósforo. En otros lugares, un puente, como entre etruscos, era una cosa sagrada, y el pontifex, el hacedor de puentes, altísimo magistrado. El Papa de Roma ha heredado de la religión antigua su título de Sumo Pontífice, de máximo hacedor de puentes. En la Edad Media se sacrificaron, en algún lugar de Europa, humanos para enterrar las víctimas bajo los pilares de los puentes. Y de algunos puentes se dice todavía que fueron construidos por el demonio –a veces en una noche-. Pero también hay la versión contraria, la que hace que el demonio impida la construcción de puentes, buscando que la gente siga pasando los ríos en barca, o por pasos de piedra en un vado. El demonio hace resbalar al que cruza, lo sujeta en el agua amenazándolo con ahogarlo, y por salvarlo le pide el alma. Hay demonios especialistas, y algunos hicieron famoso en la alta Edad Media a Frankfurt, ciudad cuyo nombre significa Vado de los Francos. Y también hay demonios que no pueden pasar un río por un puente. En la Inquisición renana, se supo que un diablo no era culpable de un crimen cometido en el medio de un puente "porque es de saber común que el demonio no puede atravesar un río por un puente". En este caso, o natación o vado. Y por si el demonio en el vado acechaba al cristiano, allí estaba Cristobalón, transportista.
   En fin, hay demonios que no le tienen miedo al agua, atraviesan el canal y los ríos. Habrá muchos que aprovechan el verano para ir a las playas y a las piscinas. Los más elegantes irán a Saint-Tropez y aún habrá los que anden a escandinavas por las playas de la Costa Brava o de las Canarias. Y alguno se habrá acercado a Galicia, y nadará en la misma onda en que yo lo hago "ondas do mar de Vigo", caricias de amor en la Edad Media cuando trovaba Martín Codax, un poeta que parece que sabía nadar.

ÁLVARO CUNQUEIRO, Fábulas y leyendas de la Mar, Tusquets, Barcelona, 1988, pp. 69-71.
&

viernes, 6 de junio de 2014

[ESE RUMOR DEL MAR...], Ernestina de Champourcin



Ese rumor del mar es fuga de silencios.
La plenitud sería callarse siempre.

ERNESTINA DE CHAMPOURCIN, Hai-kais espirituales, Finisterre, México D.F., 1968, p. 59.
&
Chema Madoz

jueves, 5 de junio de 2014

BARATO DE SIRENAS, Álvaro Cunqueiro

BARATO DE SIRENAS

   Dejando a un lado griegos y romanos con sus antepasados míticos, podemos hallar en las cartas ejecutorias de la nobleza española, y de la europea en general, a extraños ascendientes, que, si hacemos caso, por ejemplo, a la Real Chancillería de Valladolid, no hay más remedio que aceptar. Familias hay que probaron venir de Pompeyo, del Rey Wamba, de un sobrino de Carlomagno o del Basileo de Constantinopla.  Yo conozco a alguien que entre sus abuelos tiene nada menos que a un emperador romano, a un rey lombardo y a un par de Francia, y por Zaragoza andaba, hace bien pocos años, nada menos que el que se decía Láscaris, emperador de Bizancio, rey legítimo de Grecia. Claro que le discutiría estos títulos el descendiente del último Paleólogo que reinó en Constantinopla, y que no se sabe cómo apareció en Cornualles, en Gran Bretaña. Steven Runciman, el gran historiador de las Cruzadas y de la caída de Constantinopla, no cree en tales Paleólogos de Cornubia —familia, por otra parte, que acabó en Barbados— , y dice que las dos patéticas águilas esculpidas el sepulcro de Teodoro el Paleólogo en la iglesia de Landulph en Cornualles, “lamentablemente están fuera de lugar”. En Francia hay un ilustre linaje que dice descender de Simón Cirineo, y otro, los Lévi-Mirepoix, emparentados con la Virgen María. Se ve que en Francia no regía el estatuto del limpieza de sangre, con lo cual no importaba tener en la propia unas gotas de la hebrea. De un duque de Leví-Mirepoix se contaba que, cuando iba a oír misa a Nôtre-Dame de París, decía:
   —¡Me voy un rato a casa de mi prima!
   Hablo de esto ahora mismo porque, en una revista belga de genealogía, un erudito en estas cuestiones estudia nada menos que diecisiete linajes de Bretaña, Dinamarca, Inglaterra e Irlanda que dicen descender de sirenas de la mar. Si el profesor Van Oesten estuviera al tanto de las genealogías gallegas, tendría que añadir alguno más, que aquí también hay descendencia de sirena: los Mariño, los Padín, los Goyanes, que creo vengan todos de la misma fábula. (Yo estoy entre éstos, por mi abuelo paterno, don Carlos Cunqueiro y Mariño de Lobeira). La cosa es que una sirena de la mar apareció preñada nada menos que de don Roldán, el amigo de Carlomagno, que tan triste muerte tuvo en Roncesvalles. Dónde se conocieron el señor de la marca de Bretaña y la sirena nadie lo dijo. Cómo fueron de solazados aquellos amores, y cómo el caballero superó las dificultades que llamaremos físicas y engendró en la niña cantora, nin se sabe. A los nueve meses, la sirena apareció en una playa gallega, creo que del mar de Arosa, y parió. Gente atraída por su canto, recogió al hijo, un hermoso mamoncete que fue bautizado Palatinus por ser su padre el paladín Roldán. Sería la sirena quien lo contaría a quienes se quedaron con el crío para criarlo, mientras la madre se volvía a las mareas. Y de Palatinus, por corrupción, vino Paadin, Padin.  Y por aquí, por Galicia, andamos unas cuantas docenas de descendientes del hijo de la sirena, y la verdad no se nos nota en nada. ¡Si hubiéramos conservado de la sirenita el enorme poder de seducción! En fin, si en la familia hay un ginecólogo, debería ponerse a estudiar cómo pudo engendrar, como pudo parir. Por la piedras de armas se ve que era una verdadera sirena, muy feliz, de pechicos levantados, y con una cola que se parece a la del salmón, el más perfecto de los peces.
   Hace varios siglos que no se ven sirenas de la mar, ni se escucha su cantar cálido y persuasivo. El padre Feijoo no creía en ellas: no las hubo nunca, decía. En cambio creía en los tritones, “aunque su voz haya sido escuchada modernamente”. En cambio en Normandía, en Ruán, se creyó tanto en ellas, que los canónigos quisieron cobrarles impuesto en los días de los cardenales de Amboise, y cuando allí fue quemada Juana, la buena lorenesa. Si un mozo aparecía muerto en la desembocadura del Sena, los canónigos acusaban a las sirenas y las multaban, y las convocaban a que viniesen a recibir el castigo junto a la Puente Matilde. Alguna debió acudir a la cita, porque los canónigos sabían que una de las señas de la sirena era el no tener ombligo.
   Ustedes dirán que andamos perdiendo el tiempo en tonterías tratando de sirenas. Quizá. Pero por lo menos más divertida, sabrosa cosa es que tratar de bioenergética y extraterrestres. Ahora mismo, lunes 5 de noviembre, a las dos y media de la tarde, he visto en la “tele” a un profesor de bioenergética y a un tipo que rastreó todas las huellas posibles de extraterrestres en el planeta nuestro. La verdad, escuchando a tales “científicos”, uno se pone colorado. En un país como España, donde tan poco aprecio se da a la ciencia verdadera y al estudio, donde la investigación científica gasta menos que una jornada de quinielas, es bien detestable echar esos retazos a la gente. Quedémonos con las sirenas.

ÁLVARO CUNQUEIRO, Fábulas y leyendas de la Mar, Tusquets, Barcelona, 1998, pp. 187-190.
&

miércoles, 4 de junio de 2014

CASA TOMADA, Edmundo Paz Soldán

CASA TOMADA

A Julio Cortázar y Ryan Adams

   Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y anti­gua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más venta­josa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
   Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Nos habituamos tanto que entramos a los cuarenta años y seguíamos viviendo en ella y nadie se daba cuenta. Venían algunos hombres a sacar los muebles de la casa, pasaban a nuestro lado y no nos decían nada. Irene se ponía muy triste, se acurrucaba en mis faldas y me pedía que les dijera que la casa no estaba en venta. Yo acariciaba su pelo y le pedía que se calmara.
   La casa se fue vaciando de muebles. Los primeros días nos pareció penoso. Tratábamos de recordar cuándo había pasado la casa a posesión de nuestra familia. Yo bailaba solo por el piso de madera y ella hacía como que firmaba los papeles de la compra. A partir de ahora sería sólo nuestra.
   Cuando Irene soñaba en voz alta yo me desvelaba ense­guida. Ella me preguntaba qué había pasado en el auto aquella noche. Nunca pude habituarme a esa voz de esta­tua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. ¿Qué pasó en el auto aquella noche? No lo sé, no recuerdo nada. Por favor, diles que la casa no está en venta. Yo la abrazaba y le pedía que se calmara. Cálmate, cálmate, cálmate.
   Cuando volvían las parejas jóvenes y las familias y paseaban por el zaguán con mayólica y el comedor, la sala con gobelinos, la biblioteca y los tres dormitorios grandes que quedaban en la parte más retirada, la que miraba hacia Rodríguez Peña, y por el pasillo con su maciza puerta de roble, Irene me insistía que les dijera que la casa no estaba en venta. Yo la besaba y le decía, sonriendo, travieso, que podíamos disfrazarnos con unas sábanas y asustarlos. Des­pués nos echábamos en el piso de nuestro dormitorio y ella, mi amor, se perdía entre mis brazos y besaba mi alma. Luego salíamos a la calle. Nos tentaba irnos, cerrar bien la puerta de entrada y tirar la llave a la alcantarilla. Pero no podíamos. Y volvíamos y les gritábamos a todos que se fueran, que no tomaran la casa, que no estaba en venta. No nos hacían caso, pobres diablos. Y ella lloraba y yo le pedía que se calmara.

EDMUNDO PAZ SOLDÁN, Billie Ruth, Páginas de Espuma, Madrid, 2012, pp. 15-16.
&
Juan Fresán

martes, 3 de junio de 2014

[NACEMOS UAN SOLA VEZ...], Epicuro




Nacemos una sola vez, pues dos veces no es posible, y no podemos vivir eternamente. Tú, sin embargo, aunque no eres dueño de tu mañana, sometes la dicha a dilación. Pero la vida se consume inútilmente en una espera y cada uno de nosotros muere sin haber gozado de la quietud.

EPICURO, Sobre la felicidad, Debate, Barcelona, 2000, p. 103.
&
José Badás

lunes, 2 de junio de 2014

[CASTA, FELIZ...], Manuel Villena

Casta, feliz,
la luna luce en tu rostro.
Se desboca mi ansia.

Manuel Villena


domingo, 1 de junio de 2014

[NO LE TOQUES YA MÁS...], Antonio Hernández

No le toques ya más
que así es la rosa...
Lo hice. Obedecí
al maestro infalible.
Y aún altera mi sangre
la verdad de una espina.


ANTONIO HERNÁNDEZ, Nueva York después de muerto, Calambur, Madrid, 2013, p. 111.
&
Salvador Dalí