lunes, 30 de septiembre de 2013

PREMONICIÓN, Miguel Ángel Hernández

 

PREMONICIÓN

   El avión se estrelló con ciento quince pasajeros a bordo. Cuando vio la noticia en la tele suspiró aliviado. La noche anterior algo le había dicho que no debía subirse a aquel avión. La noche siguiente ese mismo algo se presentó en su habitación. Lo acompañaban ciento catorce. Y habían llegado para quedarse.

MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, Demasiado tarde para volver, Tres fronteras, Murcia, 2008, p. 22.

domingo, 29 de septiembre de 2013

CANCIÓN CUBANA, Guillermo Cabrera Infante


CANCIÓN CUBANA

¡Ay, José, así no se puede!
¡Ay, José, así no sé!
¡Ay, José, así no!
¡Ay, José, así!
¡Ay, José!
¡Ay!

Guillermo Cabrera Infante



Fotografía: Ráfaga

sábado, 28 de septiembre de 2013

MALDAD JUSTIFICADA, José Mateos


MALDAD JUSTIFICADA

   El culpable siempre tiene un deseo: que todos nos sintamos culpables.

JOSÉ MATEOS, La razón y otras dudas, Pre-Textos, Valencia, 2007, p. 132.
&
Jonathan Hargreaves

viernes, 27 de septiembre de 2013

[DE NO ESTAR TÚ...], Kobayashi Issa & Horoshi Sugimoto


De no estar tú,
demasiado enorme
sería el bosque.


Kobayashi Issa
&
Hiroshi Sugimoto

jueves, 26 de septiembre de 2013

ESFERA TREPIDANTE, Gemma Pellicer


ESFERA TREPIDANTE

   Al niño se le escapa el globo en un descuido y, casi de inmediato, siente un pinchazo en el costado. Cae al suelo en una pirueta impropia de su edad justo en el momento en que ha empezado a faltarle el aire. Apenas alza su cabeza al cielo, logra atisbar el vuelo trepidante de la esfera, que sigue alejándose mientras su cuerpo poco a poco se deshincha. En el instante preciso en que se le cierren los ojos, desaparecerá la Tierra.




FERNANDO VALLS, Mar de pirañas, Menoscuarto, Palencia, 2012, p. 232.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

[EL PERDÓN ES...], José Bergamín



El perdón es una ramificación moral del olvido.

José Bergamín

martes, 24 de septiembre de 2013

LA CASA ENCANTADA


LA CASA ENCANTADA

   Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa. Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a comenzar su conversación con el anciano.
   Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a una fiesta de fin de semana. De pronto, tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el auto. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.
   -Espéreme un momento -suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole alocadamente.
   Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño respondía a su impaciente llamado.
   -Dígame -dijo ella-, ¿se vende esta casa?
   -Sí -respondió el hombre-, pero no le aconsejo que la compre. ¡Un fantasma, hija mía, frecuenta esta casa!
   -Un fantasma -repitió la muchacha-. Santo Dios, ¿y quién es?
   -Usted -dijo el anciano, y cerró suavemente la puerta.


Anónimo

RAÚL BRASCA & LUIS CHITARRONI, Antología del cuento breve y oculto, Sudamericana, Buenos Aires, 2001, pp. 56-57.
&
Katarzyna Majak

lunes, 23 de septiembre de 2013

ANATOMÍA DEL TRAJE, José Mateos




ANATOMÍA DEL TRAJE

   Estar desnudo es estar alerta. Por eso el hombre tuvo que vestirse: para descansar.



JOSÉ MATEOS, La razón y otras dudas, Pre-Textos, Valencia, 2007, p. 112.
&
Sandra Revuelto

domingo, 22 de septiembre de 2013

EL INTERROGATORIO, Virgilio PIñera



EL INTERROGATORIO

   —¿Cómo se llama?
   —Porfirio.
   —¿Quiénes son sus padres?
   —Antonio y Margarita.
   —¿Dónde nació?
   —En América.
   —¿Qué edad tiene?
   —Treinta y tres años.
   —¿Soltero o casado?
   —Soltero.
   —¿Oficio?
   —Albañil.
   —¿Sabe que se le acusa de haber dado muerte a la hija de su patrona?
   —Sí, lo sé.
   —¿Tiene algo más que declarar?
   —Que soy inocente.
   El juez entonces mira vagamente al acusado y le dice:
   —Usted no se llama Porfirio; usted no tiene padres que se llamen Antonio y Margarita; usted no nació en América; usted no tiene treinta y tres años; usted no es soltero; usted no es albañil; usted no ha dado muerte a la hija de su patrona; usted no es inocente.
   —¿Qué soy entonces? –exclama el acusado.
   Y el juez, que lo sigue mirando vagamente, le responde:
   —Un hombre que cree llamarse Porfirio; que sus padres se llaman Antonio y Margarita; que ha nacido en América; que tiene treinta y tres años; que es soltero; que es albañil; que ha dado muerte a la hija de su patrona; que es inocente.
   —Pero estoy acusado –objeta el albañil–. Hasta que no se prueben los hechos, estaré amenazado de muerte.
   —Eso no importa –contesta el juez, siempre con su vaguedad característica–. ¿No es esa misma acusación tan inexistente como todas sus respuestas al interrogatorio? ¿Como el interrogatorio mismo?
   —¿Y la sentencia?
   —Cuando ella se dicte, habrá desaparecido para usted la última oportunidad de comprenderlo todo –dice el juez, y su voz parece emitida como desde un megáfono.
   —¿Estoy, pues, condenado a muerte? –gimotea el albañil–. Juro que soy inocente.
   —No; acaba usted de ser absuelto. Pero veo con infinito horror que usted se llama Porfirio; que sus padres son Antonio y Margarita; que nació en América; que tiene treinta y tres años; que es soltero; que es albañil; que está acusado de haber dado muerte a la hija de su patrona; que es inocente; que ha sido absuelto, y que, finalmente, está usted perdido.


VIRGILIO PIÑERA, Cuentos, Alfaguara, Madrid, 1983.
&
Rob Van Berkel

sábado, 21 de septiembre de 2013

[EL SILENCIO ES COMO LA CERVEZA...], Roger Wolfe



El silencio es como la cerveza o los cigarrillos; las primeras veces que lo probamos nos sabe amargo y nos sienta mal, pero con el tiempo nos resulta increíble que alguna vez hayamos podido prescindir de él.


&
Richard Serra

viernes, 20 de septiembre de 2013

LOS HUEVOS, Ruriko Mizuno


LOS HUEVOS

   Mamá apaga en la cocina el incendio de mediodía; dentro del horno queda el rescoldo del cielo anaranjado; debajo del cielo hay una mesa, donde papá come de espalda un omelet, mostrando un crepúsculo profundo. Mamá arranca el rescoldo de la hoja de almanaque; anda descalza; bajo la sombra del delantal gris los pájaros ponen huevos sin cesar; se asoma la luna dentro del nido.
   Los niños sueñan en el huevo; no se sabe dónde están las cejas y los labios, tan borrosos que no se distinguen de las nubes y ramas lejanas; dentro del huevo reina la oscuridad verde; los niños repiten con las extremidades cortas el mismo ejercicio de nacer; unos están a punto de convertirse en serpientes, otros en peces; sus cuerpos ya se ven oscuros.
   Abuela atisba el interior de los huevos; sus dedos se ven transparentes bajo la luz lunar; en un huevo llueve sin parar; en otro pululan helechos; en otro hay un torbellino de arena; cada uno tiene un paisaje distinto; pero se ven todos iguales cuando abuela los coloca en el sitio original; juntándose con discreción, se inclinan hacia el centro de la luna llena.
   Papá se levanta arrastrando la sombra, que se asemeja al caballo mojado; el caballo no obedece; al lado de la ventana, papá, cansado, tropieza con los huevos, que se desmoronan uno tras otro con leves susurros; permanecen ambiguos los suspiros de los niños, pero papá, sin percatarse, se mantiene inmóvil, cabizbajo junto a la ventana; el caballo vuelve a la cama de la luna llena, pasando por encima de la sombra de papá.

 

RURIKO MIZUNO

TETSUO NAKAGAMI & YUTAKA HOSONO, Poesía contemporánea del Japón, Universidad de Los Andes, Mérida, 2011, pp. 40-41.


jueves, 19 de septiembre de 2013

LA SOLICITUD, Slawomir Mrozek


LA SOLICITUD

   Respetuosamente ruego que me sea entregado el dominio del mundo. Fundo mi solicitud en el hecho de que soy el mejor, el más inteligente y el más original de todos los hombres.
   Hago saber también que mi distrito es uno de los más pobres. Arenales, nada más. Y los mercados anuales fueron suprimidos porque dicen que se hará la industrialización. En casa tampoco reina la abundancia, ya que mi yerno, además de tenerme que mantener a mí, tiene que mantener a otras ocho personas, entre las cuales hay dos que pertenecen a la intelectualidad. No dispongo de dinero ni de ningún ejército para apoyar mi demanda. Por eso pongo también la condición de que no se me obligue a tener bombas atómicas. En caso necesario, puedo presentar el correspondiente certificado de la parroquia.
   Ya comprendo que, vistas las circunstancias, no será fácil poner en mis manos el poder. Sin embargo, acaricio la esperanza de que tanto la voluntad entusiasta de los pueblos como la marcha de la historia vendrán en apoyo de mi solicitud. Por otra parte, confío en la providencia divina.
   Sobre todo, como ya he dicho antes, soy mejor que todos los demás hombres. Tal vez haya algunos que no estén de acuerdo y pretendan que son ellos los mejores. Pero tales afirmaciones no tienen ningún peso; porque ellos no son yo y, por lo tanto, ¿cómo van a saber lo bueno que soy?
   Yo creo que todos saldrían ganando con que yo gobernara el mundo. Como estoy dispuesto al sacrificio, puedo asumir esa grave obligación. Mientras fui joven, hice más de una locura, pero, ahora he encontrado el camino y podría guiar a los demás.
   No tenemos ni un solo tanque. Incluso el colador está roto y por eso, la pobre de mi hija las pasa negras para hacer los fideos. Pero ¿que importancia tiene eso? En realidad, uno gobierna el mundo porque es el mejor y no porque tenga un ejército. A nadie le gustaría gobernar porque tiene un ejército, sino únicamente porque es el mejor. Tengo, pues, igualdad de oportunidades o incluso más, porque no tengo ningún ejército y soy realmente el mejor. ¿Para qué necesito un buque de guerra? Estas cosas sólo cuestan dinero y, por otra parte, un buque, en casa, sólo nos estorbaría, sobre todo ahora que mi hija vuelve a estar en estado de buena esperanza.
   No se trata de mí, sino sólo de la humanidad. Cuando a veces me escondo en el huerto que hay detrás de casa (el huerto, gracias a Dios, todavía es nuestro) y como las moras a puñados, hay algo que parece tocarme con el dedo. ¡Aquí estás tú tan tranquilo comiendo moras y allí está las humanidad! Y me entran deseos de abandonarlo todo para a ocupar el poder.
   Ayer, mi yerno me encerró porque dijo que como demasiado. Dispongo pues de un poco de tiempo y escribo lo que ya hace mucho que quería escribir. Pero siempre había tantas moscas ahogadas en el tintero que resultaba desagradable mojar la pluma en él. Hasta ahora, en otoño, la cosa no ha mejorado un poco.
   Tengo suerte de ser yo y no otro el que está dentro de mí. Es terrible la idea de que otro pudiera ser yo y entonces me mirara y no supiera como soy.
   Ha llegado mi yerno. Ya comprendo que todo está muy caro, pero ¿es indispensable que todo se arregle en seguida a palos?
   En espera de una respuesta afirmativa a mi solicitud, le saluda atentamente...


SLAWOMIR MROZEK, El elefante, Seix Barral, Barcelona, 1963, pp. 169-171.
&

Fernand Léger

miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL CAZADOR OCULTO / EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO, Jerome David Salinger

 
    Si de veras desean oírlo contar, lo que probablemente querrán saber primero es dónde nací, cómo fue mi infancia miserable, de qué se ocupaban mis padres antes de que yo naciera, en fin, toda esa cháchara estilo David Copperfield; pero, para serles franco, no me siento con ganas de hablar de esas cosas. En primer lugar, me aburren soberanamente y, en segundo término, mis padres sufrirían un par de hemorragias cada uno si contara algo demasiado personal acerca de ellos. Son muy susceptibles para esas cosas, en especial mi padre. Son buenísimos, en cuanto a eso no tengo nada que decir, pero también más susceptibles que el demonio. Además, no pienso contarles toda mi cochina autobiografía ni nada semejante. Me limitaré a relatarles esas cosas de locura que me ocurrieron allá por la última Navidad, poco antes de sentirme medio acabado y de verme obligado a venir aquí para reponerme y descansar. Bueno, eso fue todo lo que le conté a D. B., y conste que es mi hermano. Está en Hollywood, ciudad que no queda lejos de esta porquería, y viene a visitarme prácticamente todos los fines de semana. Cuando yo vuelva a casa, lo que tal vez ocurrirá el mes que viene, piensa llevarme en su auto. Acaba de comprar un Jaguar, uno de esos coches ingleses que dan más de trescientos kilómetros por hora. Le costó cerca de cuatro mil dólares. Ahora tiene una pila de plata. Antes no solía ser tan rico. Cuando estaba en casa era solamente un buen escritor. En caso de que nunca lo hayan oído nombrar, les diré que escribió ese formidable libro de cuentos cortos El pez de oro secreto. El mejor de todos era, precisamente, "El pez de oro secreto". Trataba de un niño que no le permitía a nadie mirar su pez dorado, porque lo había comprado con su propio dinero. Me enloquecía. Ahora D. B. está en Hollywood, prostituido. Si hay algo que odio de veras es el cine. No me gusta ni que lo mencionen en mi presencia.

Manuel Méndez: [Fabril Editora, Buenos Aires, 1961]


   Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo prime­ro que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ga­nas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a repo­nerme un poco. A D. B. tampoco le he contado más, y eso que es mi hermano. Vive en Hollywood. Como no está muy lejos de este antro, suele venir a verme casi todos los fines de semana. Él será quien me lleve a casa cuando salga de aquí, quizá el mes próximo. Acaba de comprarse un «Jaguar», uno de esos cacharros ingleses que se ponen en las doscientas millas por hora como si nada. Cerca de cuatro mil dólares le ha costado. Ahora está forrado el tío. Antes no. Cuando vi­vía en casa era sólo un escritor corriente y normal. Por si no saben quién es, les diré que ha escrito El pececillo secreto, que es un libro de cuentos fenomenal. El mejor de todos es el que se llama igual que el libro. Trata de un niño que tiene un pez y no se lo deja ver a nadie porque se lo ha comprado con su dinero. Es una historia estupenda. Ahora D. B. está en Holly­wood prostituyéndose. Si hay algo que odio en el mundo es el cine. Ni me lo nombren.

Carmen Criado: [Alianza Editorial, Madrid, 1971]


   Si realmente les interesa lo que voy a contarles, probablemente lo primero que querrán saber es dónde nací, y lo asquerosa que fue mi infancia, y qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y todas esas gilipolleces estilo David Copperfield, pero si quieren saber la verdad no tengo ganas de hablar de eso. Primero porque me aburre y, segundo, porque a mis padres les darían dos ataques por cabeza si les dijera algo personal acerca de ellos. Para esas cosas son muy susceptibles,  sobre todo mi padre. Son buena gente y todo eso, no digo que no, pero también son más susceptibles que el demonio. Además, no crean que voy a contarles toda mi maldita autobiografía ni nada de eso. Sólo voy a hablarles de unas cosas de locos que me pasaron durante las Navidades pasadas, justo antes de que me quedara bastante hecho polvo y tuviera que venir aquí y tomármelo con calma. Quiero decir que a D.B. tampoco le he contado más, y eso que él es mi hermano y todo. Está en Hollywood. Como eso no queda muy lejos de este antro, suele venir a verme casi todos los fines de semana. Él será quien me lleve a casa cuando salga de aquí, quizá  el mes que viene. Acaba de comprarse un Jaguar. Uno de esos cacharros ingleses que se ponen como a trescientos kilómetros por hora. Casi cuatro mil dólares le ha costado.  Ahora tiene un montón de pasta. Antes no. Cuando vivía en casa era sólo un escritor normal. Por si no saben quién es, les diré que ha escrito un  libro de cuentos estupendo, El  pececillo secreto. El mejor del libro es «El pececillo secreto». Trata de un niño que tiene un pez y no se lo deja ver a nadie porque se lo ha comprado  con su dinero. Me dejó sin habla. Ahora D. B. está en Hollywood, prostituyéndose. Si hay algo que odio en el mundo es el cine. Ni me lo nombren.

Carmen Criado: [Alianza Editorial, Madrid, 2007]

martes, 17 de septiembre de 2013

[LA LITERATURA PERMITE...], Ricardo Piglia


La literatura permite pensar lo que existe pero también lo que se anuncia y todavía no es.

RICARDO PIGLIA, Formas breves, Anagrama, Barcelona, 2000, p. 142.
&
Daria Kharkovska

lunes, 16 de septiembre de 2013

ENCUENTRO DE CULTURAS, Norah Scarpa Filsinger


ENCUENTRO DE CULTURAS

   Eran mujeres y por eso debían sufrir más. Pero ellas no lo sabían. Cuando frente a su resistencia a violaciones y torturas los conquistadores las colgaron de los árboles, lloraban por sus pequeños abandonados. Después, a los niños los colgaron de sus pies. Pero ellas tampoco lo supieron.

Norah Scarpa Fisinger

domingo, 15 de septiembre de 2013

[NINGUNA MUERTE...], Carlos Skliar & Antonie Wirtz


Ninguna muerte puede ser contada si las manos que lo narran no sienten algún frío.

sábado, 14 de septiembre de 2013

NARCISO 2050, Angélica Santa Olaya


NARCISO 2050

   Se deseaba demasiado. Ya no era posible esperar más tiempo. Su cuerpo temblaba anhelando la imagen que podía únicamente acariciar sobre el cristal.
   Malditos científicos. Se suponía que aquella libertad para mutar testículos por ovarios y tetillas por senos debía ejercerse por placer. El mecanismo de transmutación genérica servía para amplificar las posibilidades del goce, no para inducir el sufrimiento.
   Se miró nuevamente a los ojos. Sólo tenía que oprimir el lóbulo de la oreja; punto exacto en que se ubicaba el interruptor. Apretó los labios. Su sueño era imposible. Nunca podría poseerse, pero había que despedirse. Accionó el botón. Una corriente eléctrica sacudió su cuerpo. Las últimas partículas hormonales se reinstalaron en las células. El cabello, largo y sedoso, le cubrió la espalda. Admiró la perfección de sus caderas y acarició con la mirada la piel libre de vellos. Se dijo que se amaba. El puño se estrelló contra los labios que sonreían con amargura. Observó sus mejillas fracturadas.
   Tomó un trozo de cristal que intentaba desprenderse de la imagen y lo hundió en el vientre con decisión. La falta de uno de los fragmentos propició la caída de los otros. Uno a uno cayeron al piso como haces de luz sobre la enrojecida superficie. Cerró los ojos y pensó en otr@s que, como él, caerían en la trampa. El inventor de aquella maravilla biotecnológica tuvo que haber vislumbrado, también, la destrucción de los espejos.

Angélica Santa Olaya

SERGIO GAUT VEL HARTMAN, Grageas, Ediciones Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Desde la gente, Buenos Aires, 2007.


viernes, 13 de septiembre de 2013

MEDITACIÓN ARDIENTE, Kazuko Shiraishi



MEDITACIÓN ARDIENTE

soy una meditación que quema
dentro guardo una isla acuosa
pájaros marinos y la luna llena a flote
alquilo un hogar a los cocodrilos del Nilo
mi meditación no es siempre agua azulada
sino roja de deseo
creciendo en sus ojos
alimento los cocodrilos con un sol deleitable
y los dejo dormir
vivo en una meditación que quema
oyendo la isla acuosa golpeada por
callada    silenciosamente

Kazuko Shiraishi

TETSUO NAKAGAMI & YUTAKA HOSONO, Poesía contemporánea del Japón, Universidad de Los Andes, Mérida, 2011, p. 25.

jueves, 12 de septiembre de 2013

LA INTIMIDACIÓN, Heimito Von Doderer


LA INTIMIDACIÓN

   Fue el comportamiento de una tetera lo que reforzó mi inquebrantable convicción de que sólo si mostraba el valor y el coraje suficientes y estaba dispuesto a destruir sin dudarlo los enseres de mi vivienda conseguiría conjurar la maldad de los objetos que me rodeaban disuadiéndolos de agredirme por una larga temporada. Aquella tetera, que tenía desde hacía siete años, me sorprendió una mañana mordiéndome el pie izquierdo—protegido únicamente con una modesta zapatilla de andar por casa—, justo cuando acababa de retirarla del fuego y salía de la cocina. Para darme el mordisco le bastó con estirar el pico y derramar unas cuantas gotas de té hirviendo. Por fortuna, me mantuve firme y no vacilé a pesar del dolor. La aparté de mí con cuidado y volví a calentar agua sobre la llama de gas de la cocina. Busqué una bolsita de té y la coloqué dentro de otra jarra de porcelana. En cuanto a la tetera que me había mordido, tiré la infusión recién hecha y, una vez vacía, la enfrié sin contemplaciones. Por último, me coloqué delante de un cuadro, con su marco y su cristal, del que sospechaba, porque había estado mirándome de reojo como si se alegrara de lo que me había pasado, y era muy probable que se hubiera puesto de acuerdo con la tetera que me había mordido. Agarré a la  culpable, me puse a unos cuatro metros de distancia del cuadro y la lancé contra él con un poderoso giro de caderas, como si fuera un disco. Dejé los cuerpos tirados en el mismo lugar donde habían caído y no los recogí hasta pasadas cuatro horas. Cuando la lancé, dejó escapar un leve quejido, ¿una amenaza? Sin embargo, no me cabe duda de que la multitud de ojitos saltones que me observaban desde todos los ángulos de la habitación habían tomado buena nota de lo ocurrido. Les había demostrado que no me asustaba adoptar medidas drásticas. Durante prácticamente un año estuve a salvo de todas sus trampas y ardides, los objetos que había en aquella estancia se guardaron mucho de morderme, intrigar o conjurarse contra mí. Al cabo de ese tiempo, mi maquinilla de afeitar se atrevió a tirarme de la oreja derecha, pero fue un hecho excepcional, sin relación alguna con el caso que acabo de referir.

HEIMITO VON DODERER, Relatos breves y microrrelatos, Acantilado, Barcelona, 2013, pp. 164-165.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

HABÍA UNA VEZ... UNA, Héctor Ugalde



HABÍA UNA VEZ... UNA

   Había una vez. Una, porque “dos veces” sería una historia repetitiva.
   Un rey. Uno, porque dos sería la guerra.
   Quien estaba casado con una reina. Una, porque dos sería un drama.
   Ellos  tenían  una  hija  princesa.  Una,  porque  dos  sería  un lío.
   La  que  estaba  enamorada  de  un  caballero.  Uno,  porque dos sería telenovela.
   Al  que  le  pusieron  la  condición  de  matar  a  un  dragón.
   Uno, porque dos sería labor titánica.
   El héroe tuvo una idea. Una, porque dos sería mucho pedirle.
   La de usar una espada mágica única. Una, porque dos ya no la harían única.
   Con  la  que  le  quitó  la  vida  al  dragón.  Una,  porque  el dragón no era gato.
   Entonces  se  realizó  la  boda.  Una,  porque  dos  sería  bigamia.
   Y  vivieron  felices  para  siempre.  Uno,  porque  dos  “siempres” sería algo así como dos infinitos (aunque sí ocurrió que los dos fueron felices).
   Fin. Uno, porque dos finales sería complicado. 
 Héctor Ugalde


JOSÉ MANUEL ORTIZ SOTO & FERNANDO SÁNCHEZ CLELO, Alebrije de palabras. Escritores mexicanos en breve, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2013, pp. 53-54.

Leonora Carrington

martes, 10 de septiembre de 2013

EL ESPEJO GENEALÓGICO, Paul Auster


EL ESPEJO GENEALÓGICO

   Hace unos veinte años un hombre joven fue solo a esquiar en los Alpes. Hubo una avalancha, la nieve se lo tragó y el cuerpo nunca fue encontrado. Su hijo era pequeño por entonces y, cuando creció, también él se hizo esquiador. Un día del invierno pasado salió solo para hacer un descenso. Cuando está en medio del camino se detiene a almorzar junto a una gran roca, mira hacia abajo para desenvolver su sandwich de queso y ve, allí mismo, a sus pies, un cuerpo congelado dentro del hielo. Se inclina para mirarlo mejor y de pronto tiene la sensación de estar frente a un espejo viéndose a sí mismo. Allí está él, muerto, y el cuerpo, absolutamente intacto, permanece conservado como en animación suspendida. De rodillas y con las manos sobre el hielo, se acerca cuanto puede para mirar bien la cara del muerto y se da cuenta de que está viendo a su padre. Y lo extraño es que el padre es más joven que el hijo ahora.

RAÚL BRASCA & LUIS CHITARRONI, Antología del cuento breve y oculto, Sudamericana, Buenos Aires, 2001, p. 187.

Nir Arieli

lunes, 9 de septiembre de 2013

[DESDE QUE VENUS Y MARTE...], Omar Jayyam



Desde que Venus y Marte surcan por la noche el firmamento,
nada hay mejor que el zumo de uvas.
Le pregunto al vinatero, con cierta frecuencia: ¿Por qué?
Mejor de lo que vende, ¿qué espera comprar?


HAZHIR TEIMOURIAN, Omar Jayyam, Berenice, Córdoba, 2010, p. 421.

domingo, 8 de septiembre de 2013

CONTRARIEDAD, Blau Carras


CONTRARIEDAD

   Hace unas horas era una mariposa que revoloteaba sobre la cabeza de un chino dormido. Después me desperté y fui un dinosaurio. ¿Soy un dinosaurio que recuerda haber soñado que era una mariposa sobrevolando a un chino o una mariposa que sueña ahora que es el dinosaurio que lo mira dormir? Chuang Tzu, soñador de este dilema, despierta y constata molesto que el dinosaurio todavía está allí. Intuye las incasables multitudes que repetirán esta pueril solución del bello enigma y lamenta amargamente su inoportuno despertar.

Blau Carras


RAÚL BRASCA & LUIS CHITARRONI, Antología del cuento breve y oculto, Sudamericana, Buenos Aires, 2001,  página 200.

Ilustración: Dustdevil & Crow: ... and chiang tzu dreamed that he was me

sábado, 7 de septiembre de 2013

[¿QUÉ SON LOS NOMBRES EN REALIDAD?...], Cees Nooteboom


   ¿Qué son los nombres en realidad? Un nombre designa un objeto o una persona, sin que la persona «sea» su nombre. Poseemos nombres, pero no somos lo que estos designan. Abandonamos nuestros cuerpos y los nombres no nos acompañan. Estos se quedan atrás como vainas vacías o epitafios. O a la inversa, el cuerpo muere y todo cuanto creíamos que éramos deja de existir sin el cuerpo y se desvanece en esa misma ausencia que precede a nuestro nacimiento.

CEES NOOTEBOOM, Cartas a Poseidón, Siruela, Madrid, 2013, p. 54.
&
Fernando Barata

viernes, 6 de septiembre de 2013

[OIGO ESA LLUVIA...], Natsume Soseki & Luca Mendieta


Oigo esa lluvia
triste: mi compañera
en esta tarde.


Ilustración: Luca Mendieta

jueves, 5 de septiembre de 2013

UN CUENTO GÓTICO, José Mateos

UN CUENTO GÓTICO

   Los muertos hablan. Pero por nuestra boca.



JOSÉ MATEOS, La razón y otras dudas, Pre-Textos, Valencia, 2007, p. 205.
&
Rosana Taormina

miércoles, 4 de septiembre de 2013

LOS SEGADORES, Seamus Heaney

LOS SEGADORES

Parece que existieron hace cientos de años. Brueghel,
Tú los conocerás si te los hago reales.
Se agachan bajo el seto formando un semicírculo,
Tras la abrigada el viento se abre paso.
Son ellos, segadores. Los ojos y los tallos
Del brote surgen ya en las patatas de siembra
En la paja enterradas. Para matar el tiempo
Se lo toman con tiempo. Cada cuchillo hiende con pereza
El tubérculo en dos mitades que caen separadas
Sobre la palma de la mano: un destello lechoso,
Y, en el centro, la oscura filigrana.
¡Ah, las costumbres de almanaques! Bajo aquella retama
Que amarillea sobre ellas, compón tú mismo el friso,
Ponnos dentro a nosotros, nuestras anonimidades.



SEAMUS HEANEY, Norte, Hiperión, Madrid, 1992, p. 17.

martes, 3 de septiembre de 2013

ROSCOE PURKAPILE, Edgar Lee Masters & Josep Llimona


ROSCOE PURKAPILE

Ella me amaba. ¡Oh!, ¡cómo me amaba!
No logré nunca esquivarla
desde el día en que me vio por vez primera.
Pero después, cuando nos casamos, pensé
que podría demostrar su mortalidad y dejarme libre,
o que podría divorciarse de mí.
Pero pocas mueren, ninguna renuncia.
Entonces me escapé y anduve un año de parranda.
Sin embargo nunca se lamentó. Decía que todo saldría
bien, que yo volvería. Y volví.
Le dije que mientras remaba en un bote
había sido capturado cerca de la calle Van Buren
por piratas del lago Michigan,
y atado con cadenas, así que no pude escribirle.
¡Ella lloró y me besó, y dijo que eso era cruel,
ultrajante, inhumano!
Comprendí entonces que nuestro matrimonio
era un designio divino
y no podía ser disuelto
sino por la muerte.
Tuve razón.


EDGAR LEE MASTERS, Antología de Spoon River.

Josep Llimona

lunes, 2 de septiembre de 2013

[¿QUÉ ES UN PROFESOR?...], Phillippe Forest


   ¿Qué es un profesor? Alguien que tiene que hablar una hora, según explica en alguna parte un poeta americano. Y todo se deduce de esta simple definición. Soseki enseña a su pesar: es aquel hombre, de pie ante la soledad triste de la tarima y la pizarra, que habla solo. Suena el timbre. Día tras día, hora tras hora y año tras año, se enfrenta a colegiales que lo miran fijamente y que, en el relativo silencio de la clase, fingen escucharlo de vez en cuando. Es el hombre al que se paga por sus palabras y cuyo discurso se espesa hasta tomar la forma inmaterial de algo absurdo y molesto, a base de frases repetidas cien veces que contienen la huella fósil de un saber inútil. Soseki dicta listas de vocabulario, ejercicios de gramática, pide abrir el manual de lengua y literatura por tal o cual página, y luego lee en voz alta, muy atento a su pronunciación por respeto al soneto de Shakespeare o a la balada de Byron cuyas sílabas resuenan ininteligibles en el decorado de un instituto de provincias. Y mientras su discurso sigue sin pausa el recorrido habitual, su pensamiento se desliza hacia otros lugares, se adhiere a los más insignificantes dibujos del mundo, a los rectangulares listones de madera barnizados del suelo, al arco que une la pared y el techo, a las formas pasajeras de las nubes a través del marco de la ventana, abierta al azul del cielo meridional. En París hay un profesor de inglés que se le parece, y que algunos años antes se llamaba Stéphane Mallarmé.
   No hay razón para pensar que Soseki haya sido un mal profesor. Todo lo contrario. Simplemente enseña sin creer en absoluto en lo que hace, en las virtudes de la educación, en los méritos de la pedagogía y demás tonterías. Lo invade un gran vacío, al que por otra parte no otorga ningún significado. Soseki se refiere a la época en la que se hizo profesor mediante una fórmula extraña. Dice: “No quería ni enseñar ni dejar de enseñar”. Son casi las mismas palabras que presta al protagonista de su novela más popular, el joven e ingenuo Botchan, cuando acepta una oferta de empleo, parecida a la que conduce a Soseki a Matsuyama, y declara que, como no sentía ningún deseo de ser alguien en la vida, podía hacer cualquier cosa y en cualquier lugar.

PHILLIP FOREST, Sarinagara, Sajalín, Barcelona, 2009, pp. 121-122.

domingo, 1 de septiembre de 2013

MRS. PURKAPILE, Edgar Lee Masters & Josep Llimona



MRS. PURKAPILE

Huyó y se fue por un año.
Al volver a casa me contó la tonta historia
de su rapto por piratas del lago Michigan,
de modo que no pudo escribirme, amarrado con cadenas.
Fingí creerle, aunque sabía muy bien
qué había estado haciendo, que de tanto en tanto
se encontraba con la señora Williams, la sombrerera,
cuando ella iba a la ciudad a comprar mercaderías, según decía.
Pero una promesa es una promesa,
y el matrimonio es el matrimonio,
y por el respeto que me debo a mí misma
no quise ser arrastrada al divorcio
por las tretas de un esposo simplemente
aburrido del voto y del deber conyugal.

EDGAR LEE MASTERS, Antología de Spoon River.
&
Josep Llimona