martes, 30 de abril de 2013

[Y DE PRONTO...], Clara Janés







Y de pronto caíste como un copo de nieve en mi
brazo. Y con inmensa alegría desperté.




CLARA JANÉS, Vilanos, Adamar Ediciones, Madrid, 2004, p. 26.


lunes, 29 de abril de 2013

REFERENTE FÍLMICO, Alfons Cervera



REFERENTE FÍLMICO

   La historia, tantas veces falseada por otros tantos medios de comunicación, ocurrió así: el enorme gorila, acosado en la cúpula del Empire State, redujo su tamaño en un golpe de efecto que dejó sorprendido a todo el mundo. Arrastró como pudo el cuerpo desmayado de Fay Wray y fueron a dar en una suite esplendorosa. Allí reposaron los dos hasta que la chica despertó con un sobresalto: se poseyeron con locura, rabiosos hasta la médula, y volvieron a la cúspide donde seguían los aviones. Desde aquí se lanzaron untos al vacío, en un abrazo tachado por algunos de concupiscente, y hermosos quedaron en el suelo: aún tuvieron tiempo, antes de que las fuerzas del orden los barrieran a patadas, para gritar a todos los presentes que ellos, la bella y la bestia, se amaban con la mayor y más maravillosa de las locuras,

ALFONS CERVERA, De vampiros y otros asuntos amorosos, Montesinos, Barcelona, 1984,p. 99.

domingo, 28 de abril de 2013

[MUCHAS VECES...], Héctor Abad Faciolince & René Magritte



   Muchas veces, al borde de hallar la receta de la inmortalidad, me distrajo la presencia espantosa de la muerte.
 

HÉCTOR ABAD FACIOLINCE, Tratado de culinaria para mujeres tristes, Alfagura, 1996, p.36.

sábado, 27 de abril de 2013

SIFÓN, Gertrude Stein




SIFÓN

   Todo olvido de muchas partículas al agrietarse, todo olvido de esto crea a su alrededor lo que en color es plomo y en plata sin duda descolor. Tiene una utilidad múltiple. Supongamos que se asegura un cierto tiempo selecto, supongamos incluso que sea necesario, que no se permita ningún otro extracto ni haga falta más manipulación, supongamos que se mezcle el mensaje con una aguja muy larga y delgada e incluso si es posible cualquier negra frontera, suponiendo que todo ello formase un vestido y suponiendo que fuese real, suponiendo que el medio con el que expresarlo fuese ocasional. Si supones todo esto en agosto y aún más melodiosamente, si lo supones incluso durante el necesario incidente de no tener ni el verano ni el invierno un punto intermedio, suponlo y supón que una afirmación elegante, una muy elegante afirmación sea más que relevante, que no sea ni definitiva ni suficiente ni sustituta. Esto que era un amable regalo era constante.


GERTRUDE STEIN, Botones blandos, Abada, Madrid, 2011,  p. 40.

viernes, 26 de abril de 2013

LA LAVADORA, Luis del Val

                                                               
LA LAVADORA       

 Su padre le dijo que no tenía intención de de abandonar el piso, y él respeto su decisión. Estaban en el cuarto de estar, su padre sentado en el sillón de orejeras, y el en un rincón del sofá, precisamente el que había sido el preferido de su madre.
   No había mucho más que decir. Por fin, después de las exequias, se habían quedado solos, y él debía volver al país que había elegido para trabajar y para vivir, en ese orden, y su padre se quedaría en aquel piso, un poco más solo, o, para ser exacto, en la más absoluta soledad.
   Fue entonces cuando su padre masculló algo que no entendió bien, y que a instancias suyas repitió con un matiz de avergonzamiento: lo que quería decir era que no sabía cómo funcionaba la lavadora.
   Le pareció que lo más práctico sería hacer una colada, y le fue explicando a su padre, con paciencia, la manera de introducir el detergente, la selección de la temperatura, la separación previa de la ropa blanca de la de color, y otras cuestiones prácticas.
   Apenas hacía unas horas se hallaban en el cementerio enterrando a un ser querido y, poco después, se encontraban en plena clase de supervivencia, hablando de selectores, de suavizantes, de los diferentes programas de la lavadora.
   «Como siempre lo hacía tu madre...», se excusó, y comprendió que su padre representaba la ultima generación de una clase masculina a extinguir, el prototipo de una forma de convivencia que se agostaba.
   Se quiso asegurar, antes de marcharse, de que conocía el funcionamiento del lavavajillas y, para convencerse, le sometió a un examen riguroso que su padre superó: en efecto, conocía el funcionamiento del lavavajillas.
   Su padre ya le había dicho que no le acompañaría al aeropuerto, y él lo prefería, así que se despidieron en la cocina. Hasta entonces los dos habían soportado con relativa entereza las liturgias fúnebres y las condolencias sociales, pero en el abrazo de la despedida notó un estremecimiento en la espalda de su padre que le contagió un calambre de emoción contenida, y que acabó por desbordarse en un sollozo. Su padre, molesto por haber mostrado su vulnerabilidad se volvió a la lavadora y se quedó mirando fijamente las vueltas del tambor, como si allí se ocultaran los secretos del mundo.
   Ya en el avión, cuando por la ventanilla se veía el sol brillante extrayendo destellos de las algodonosas nubes, el hijo recordó a su viejo de espaldas a él, dando por concluida la despedida, obcecado en ocultar sus sollozos, atento o abstraído frente a la lavadora.

LUIS DEL VAL, Cuentos de medianoche, Algaida, Sevilla, 2006, pp. 161-162.
        

jueves, 25 de abril de 2013

[BLANCA Y NEGRA...],



Blanca y negra,
terca urraca, en ziz zag
va por el campo.

TOMAS TRANSTRÖMER, El cielo a medio hacer, Nórdica, Madrid, 2010, p. 214.

miércoles, 24 de abril de 2013

[ANA...], Guido Ceronetti



   Ana, nombre en baja... La razón quizá estribe en su excesiva polisemia, en sus significados que se oponen a la necesidad de adaptarse al endurecimiento y a la insensibilidad. En las lenguas semíticas, como el árabe y el hebreo, es gracia, amor, afecto, mujer, esposa, apostura, misericordia, compasión, piedad, mugido de camello. En árabe (Kazimirski), hannanah es el susurro del arco cuando dispara la flecha y al mismo tiempo, —arco melodioso— la mujer divorciada que habla con ternura del hombre con el que ya no vive. Anetta, Annina, Annushka, Ania, Annette, Ann, Hanna, Ana, Anita. Inimaginable, con semejante nombre, nomen-binen, la falta de clemencia.

GUIDO CERONETTI, Los pensamientos del té, Muchnik, Barcelona, 1994, p. 107.





 

martes, 23 de abril de 2013

CERVANTES, Antonio Mingote

CERVANTES
        
   Andaba don Miguel de Cervantes por la calle de las Huertas cuando se encontró con el eminente don Ginés de la Sobrevesta, quien le saludó, campechano:
   —¿De paseo el poeta, don Miguel?
   —Por descansar, eminencia, del tanto escribir en que me ocupo.
   —¿Un largo poema, tal vez?
   —Una especie de broma, podríamos decir.
   —En versos sumamente jocosos, supongo.
   —En prosa corriente al alcance de las más simples entendederas. Una burla de los libros de caballería y sus excesos.
   —No sé si conviene atacar a los libros. Los hay piadosos y edificantes a un tiempo.
   —Ya digo en alguna parte que no hay libro tan malo (incluso los piadosos) que no tenga algo bueno.
   —El respeto a la Iglesia que no falte en ése.
   —Hay en el mío un cura...
   —¿Autor de libros?
   —Más bien censor. Pero tan excelente sujeto que, junto a un barbero y un bachiller, capitanea el equipo capaz de los mayores trabajos y sacrificios por ayudar y socorrer a su amigo el raro caballero. Es mi libro, además, un canto a la amistad.
   —Ese caballero, por raro que sea, sabrá mostrar su gratitud, como manda la acrisolada nobleza y heroicidad de nuestros aristócratas.
   —Aparecen aristócratas en la novela, unos duques que, aunque al cabo bondadosos, se esfuerzan mayormente en gastarle tremendas bromas al loco caballero y a su escudero.
   —¿Loco decís, el caballero? ¡No se dará al libertinaje!
   —Cultiva el más limpio de los amores, el amor platónico.
   —Ya, ya... Bueno, pues nada, señor de Cervantes, siga usted bien y que Dios le acompañe.
   —Lo mismo deseo a vuestra excelencia.
  
   Siguieron ambos su camino.
   —Me temo —iba pensando don Ginés— que ese Cervantes está perpetrando una enorme estupidez. Pero en fin, en algo se ha de entretener el pobre mutilado...
        
                               
  ANTONIO MINGOTE, El caer de la breva, Planeta, Barcelona, 2010, páginas 142-143.

lunes, 22 de abril de 2013

EL RINOCERONTE, Eduardo Polo & Arnal Ballester

EL RINOCERONTE


El rino será ceronte
si lleva el cuerno delante
cuando cruza el horizonte
y la cola por detrás.
Tal es el rinoceronte.

Otra especie semejante,
aunque ninguno la monte,
luce la cola delante
con el cuerno al final.
Se llama rinocerante.

Y aunque es menos elegante,
nadie lo puede cazar,
porque al hallarlo en el monte
no existe quien no se espante
de tan extraño animal.

EDUARDO POLO & ARNAL BALLESTER, Chamario, Ekaré, Caracas, 2004.

domingo, 21 de abril de 2013

LOS GEMELOS, Iván Turguénev



LOS GEMELOS

   Presencié una disputa entre dos gemelos. Se parecían como dos gotas de agua, absolutamente en todo: en los rasgos de la cara, en la expresión, en el color del pelo, en estatura y corpulencia, y se odiaban de forma irreconciliable.
   Eran idénticos cuando montaban en cólera. Eran asombrosamente idénticos cuando enfrentaban sus rostros, congestionados y desencajados por la ira, el uno ante el otro, y cuando se lanzaban miradas idénticamente furibundas, y sus bocas, torcidas exactamente en la misma mueca, proferían las mismas palabras malsonantes, pronunciadas con idéntica voz.
   Hasta que ya no aguanté más, agarré a uno de ellos del brazo, lo llevé ante un espejo y le dije:
   —Anda, desaliógate aquí, ante el espejo... A ti te da lo mismo, y a mí me ahorras el terrible espectáculo.


Febrero de 1878

IVAN TURGUÉNEV, Poemas en prosa, Rubiños, Madrid, 1994, p. 145.

sábado, 20 de abril de 2013

CHULOS, NO, Carlos Casares



CHULOS, NO


   Él no se acordaba. Claro que no. Veinte años son muchos en la vida de un hombre. Cuando me vio entrar en la taberna del Alambrista, me dijo: «¿Qué hay, Gonzalo?», y yo como si nada: «Hola, Perucho». Y él: «Vienes hecho un hombre». Ya se veía que no se acordaba. Pero yo no me olvidé de aquello y pienso que no me olvidaré nunca, aunque viva cien años. Hay cosas que no. Le dije: «Perucho, ¿te acuerdas del burro?». No se acordaba. Bien se veía que no. El burro era pequeñito y andaba conmigo como si fuese un perro. Yo le decía: «Vete para el prado de la Seca». E iba. Una vez estaba yo sentado en el poyo de piedra, a la puerta de la casa, tomando el fresco del atardecer y llegó Perucho. Me dijo: «Vuestro burro entró en mi huerta y se me comió unos repollos». Y sin más se metió en el establo y le dio un golpe con la azada en la cabeza al pobre animal. ¡La madre que lo parió! Estuvo tres días muriendo. Al final se libró de la muerte, pero enloqueció. Era una pena grandísima verlo pegando con la cabeza contra las paredes. Tuvieron que matarlo. Yo se las juré por estas. Pero él no se acordaba y cuando se lo recordé, se reía como un idiota. Debía estar borracho. Pero también pienso que se dio cuenta de que la cosa no iba de broma porque se empeñaba todo el tiempo en escapar de la conversación. Solo me preguntaba por el Brasil, que él conocía muy bien aquello, que había estado en Río y en Santos. ¡A mí qué! Me invitó a beber. Bebí. Había mucha gente y después dije: «Invito yo, que vamos a tener fiesta». Y nadie dijo que no y bebieron todos y todo el mundo me preguntaba por el Brasil, y vuelta con el Brasil, y yo quería hablar del burro y el Perucho que cómo andaba el Brasil. Y yo: «¿Te acuerdas del burro?». Y él: «Deja en paz al burro de una vez». Y yo que no señor, que no, que hay que beber en recuerdo del burro, y la gente con la mosca detrás de la oreja y el tabernero gritando por su mujer: «¿Dosinda, trae más vino que se acaba!». Se organizó una fiesta de mucha caraja. La verdad es que yo estaba borracho. Pero aunque estuviese sereno haría otro tanto. Perucho ya no se aguantaba de pie y se reía. «¿Mira que acordarte del burro!» Entonces fue cuando me vino la idea a la cabeza. Le pregunté: «¿Sabes bailar la capoeira brasileña, Perucho?». Respondió: «Sé». Yo le dije: «Entonces vamos allá». Y él dijo: «De acuerdo». Empezamos. Él estaba viejo y ya no sabía. No podía con las piernas. Le pegué un golpe y lo tiré patas arriba. Se levantó y dijo: «Otra vez». Me fui acercando. Me pegué a él. Saqué la lezna y se la metí aquí en la ingle. Después tiré hacia arriba. Le cabía un puño en el agujero. Cayó redondo. Nadie dijo nada. En aquel momento abría a cualquiera. A mí, chulos, no.

CARLOS CASARES, Narrativa breve completa, Libros del silencio, Barcelona, 2012 pp. 41-42.
Ilustración: Enrique Carceller Alcón

viernes, 19 de abril de 2013

[VISTO COMO UN SER VIVO...], Guido Ceronetti



   Visto como un gran Ser Vivo —a lo Bruno, a lo Vanini, a lo Spinoza— el Mundo es un simple Satanás vivito y coleando y nosotros, sus parásitos. Un punto en el espacio consagrado cíclicamente al Mal, pústula inflamada en las galaxias. Pero ¿y el Bien, dónde está más allá de este punto donde no sabemos por qué nacemos y morimos?


GUIDO CERONETTI, Los pensamientos del té, Muchnik, Barcelona, 1994, p. 35.

jueves, 18 de abril de 2013

[ILEANA, LA GALAXIA DE ANDRÓMEDA..], Ernesto Cardenal



Ileana: la Galaxia de Andrómeda,
a 700.000 años luz,
que se puede mirar a simple vista en una noche clara,
está más cerca que tú.
Otros ojos solitarios estarán mirándome desde Andrómeda
en la noche de ellos. Yo a ti no te veo.
Ileana: la distancia es tiempo, y el tiempo vuela.
A 200 millones de millas por hora el universo
se está expandiendo hacia la Nada.
Y tú estás lejos de mí como a millones de años.


ERNESTO CARDENAL, Epigramas, Trotta, Madrid, 2001, p. 55.

miércoles, 17 de abril de 2013

[ESPERO...], Davide Cali & Serge Bloch



Espero... que sea el otro quien pida perdón.



DAVIDE CALI & SERGE BLOCH, El hilo de la vida, Ediciones B, Barcelona, 2006.

martes, 16 de abril de 2013

[EN EL DIARIO DE KAFKA...], José Ángel Valente




   En el Diario de Kafka las líneas dedicadas a la primera guerra mundial no pasan de cincuenta. Pocas semanas después del comienzo de la guerra sus preocupaciones son la escritura de «La colonia penitenciaria» y el comienzo de El proceso.
   Durante la guerra, Joyce está entregado a la escritura de la primera parte del Ulises.
  El tiempo del escritor no es el tiempo de la historia. Aunque el escritor, como toda persona, pueda ser triturado por ella.


JOSÉ ÁNGEL VALENTE, Notas de un simulador, Ediciones La Palma, Madrid, 1997, p. 34.

lunes, 15 de abril de 2013

[UNA GALLINA MÁS GRANDE QUE EL GRANERO...], Charles Simic


   Una gallina más grande que el granero picotea a las demás gallinas como si fueran granos de maíz blanco. La leyenda dice que es mi bisabuela. Corremos para salvar el pellejo, con mi bisabuelo en cabeza. «¡Te quitaremos las gafas, Cornelia!», le grita por encima del hombro.
   Nos engulló igualmente. Era como lo que le pasó a Jonás dentro de la ballena, salvo por la joven novia de pueblo con la que nos encontramos. Nos dio la bienvenida con una sonrisa misteriosa y nos mostró las camas donde pasaríamos nuestra larga cautividad.
   «Será mejor que detengas esta locura, querida», oímos que susurraba nuestro bisabuelo antes de caer dormidos.



CHARLES SIMIC, El mundo no se acaba, Vaso Roto, Madrid, 2013, p. 93.
Traductor: Jordi Doce

domingo, 14 de abril de 2013

[ME CLAVÉ UNA ESPINA...], Carlos Marzal & Chema Madoz




   Me clavé una espina, y esa espina ya soy yo. La he recubierto de mí. Estoy cristalizando en ella.

sábado, 13 de abril de 2013

ENAGUAS, Gertrude Stein



ENAGUAS

   Un blanco claro, un pudor, una mancha de tinta, un hechizo rosado.

GERTRUDE STEIN, Botones blandos, Abada, Madrid, 2011,  página 50.

viernes, 12 de abril de 2013

EL SUSTITUTO, Rafael Argullol & Shaun Tan




   Tememos al extranjero porque creemos ver en él a nuestro futuro sustituto pero en especial porque nos hace ver al extranjero que también nosotros fuimos antes de usurpar el reino que ahora denominamos nuestra patria. Para erradicar esa visión, y con ella el peor terror clavado en el corazón humano, deberíamos descender por el tiempo, generación tras generación, hasta conseguir observarnos como aquellos invasores, aquellos emigrantes, aquellos exiliados que marchaban de tierra en tierra hostigándose, cruzándose, matándose o amándose. Si finalmente aceptamos que nosotros seguimos siendo ellos, comprenderemos que lo que llamamos identidad suele ser un refugio contra el extranjero que continúa habitando en nuestro interior y nos recuerda, en los momentos más libres, su presencia.
(El sustituto)


jueves, 11 de abril de 2013

UN MENDIGO EN EL QUIRÓFANO, Luis PImentel

 

UN MENDIGO EN EL QUIRÓFANO
   
Se va sumiendo la carretera en tus ojos.
Horas encendidas de grava
viven aún en tu humilde reloj de níquel…
Los ángeles azules del telégrafo
dieron sus alas para tus pobres zapatos.
Rezan por ti de rodillas
los marcos de los kilómetros.
En la camilla,
está tibio de paisaje tu cayado;
y sobre el quirófano
ha caído una lluvia de campanas y pájaros.
Níquel y cristal
se han inundado de campo.


LUIS PIMENTEL, Barco sin luces, Linteo, Ourense, 2001 (1960), p. 61.

miércoles, 10 de abril de 2013

MODERNOS Y ELEGANTES, Julio Llamazares

MODERNOS Y ELEGANTES


   Desde que las insignias se llaman pins; los homosexuales, gays; las comidas frías, lunchs, y los repartos de cine, castings, este país no es el mismo. Ahora es mucho más moderno.Durante muchos años, los españoles estuvimos hablando en prosa sin enteramos. Y, lo que es todavía peor, sin damos cuenta. siquiera de lo atrasados que estábamos. Los niños leían tebeos en vez de comics, los jóvenes hacían fiestas en vez de parties, los estudiantes pegaban posters creyendo que eran carteles, los empresarios hacían negocios en vez de business, las secretarias usaban medias en vez de panties, y los obreros, tan ordinarios, sacaban la fiambrera al mediodía en vez del catering. Yo mismo, en el colegio, hice aerobic muchas veces, pero como no lo sabía -ni usaba, por supuesto, las mallas adecuadas-, no me sirvió de nada. En mi ignorancia, creía que hacía gimnasia.
   Afortunadamente, todo esto ya ha cambiado. Hoy, España es un país rico a punto de entrar en Maastricht, y a los españoles se nos nota el cambio simplemente cuando hablamos, lo cual es muy importante. El lenguaje, ya se sabe, es como la prueba del algodón: no engaña. No es lo mismo decir bacon que tocino -aunque tenga igual de grasa-, ni vestíbulo que hall, ni inconveniente que handicap. Las cosas, en otro idioma, mejoran mucho y tienen mayor prestancia. Sobre todo en inglés, que es el idioma que manda.
   Desde que Nueva York es la capital del mundo, nadie es realmente moderno mientras no diga en inglés un mínimo de cien palabras. Desde ese punto de vista, los españoles estamos ya completamente modernizados. Es más, creo que hoy en el mundo no hay nadie que nos iguale. Porque, mientras en otros países toman sólo del inglés las palabras que no tienen -bien porque sus idiomas son pobres, cosa que no es nuestro caso, o bien porque pertenecen a lenguajes de reciente creación, como el de la economía o el de la informática- nosotros más generosos, hemos ido más allá y hemos adoptado incluso las que no nos hacían falta. Lo cual demuestra nuestra apertura y nuestra capacidad para superarnos.
   Así, ahora, por ejemplo, ya no decimos bizcocho, sino plum-cake, que queda mucho más fino, ni tenemos sentimientos, sino feelings, que es mucho más elegante. Y de la misma manera, sacamos tickets, compramos compacts, usamos kleenex, comemos sandwichs, vamos al pub, quedamos groggies, hacemos rappel y, los domingos, cuando salimos al campo -que algunos, los más modernos, lo llaman country-, en lugar de acampar como hasta ahora, vivaqueamos o hacemos camping. Y todo ello, ya digo, con la mayor naturalidad y sin damos apenas importancia.
   Obviamente, esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y han cambiado nuestro aspecto, que ahora es mucho más moderno y elegante. Por ejemplo, los españoles ya no usamos calzoncillos, sino slips, lo que nos permite marcar paquete con más soltura que a nuestros padres; ya no nos ponemos ropa, sino marcas; ya no tomamos café, sino coffee, que es infinitamente mejor, sobre todo si va mojado, en lugar de ton galletas, que es una vulgaridad, con cereales tostados. Y cuando nos afeitamos, nos ponemos after-shave, que aunque parezca lo mismo, deja más fresca la cara.
   En el plano colectivo ocurre exactamente lo mismo que pasa a nivel privado: todo ha evolucionado. En España, por ejemplo, hoy la gente ya no corre: hace jogging o footing (depende mucho del chándal y de la impedimenta que se le añada); ya no anda, ahora hace senderismo; ya no estudia: hace masters; ya no aparca: deja el coche en el parking, que es muchísimo más práctico. Hasta los suicidas, cuando se tiran de un puente, ya no se tiran. Hacen puenting, que es más in, aunque, si falla la cuerda, se matan igual que antes.Entre los profesionales, la cosa ya es exagerada. No es que seamos modernos; es que estamos ya a anos luz de los mismísimos americanos. En la oficina, por ejemplo, el jefe ya no es el jefe; es el boss, y está siempre reunido con la public-relations y el asesor de imagen o va a hacer business a Holland junto con su secretaria. En su maletín de mano, al revés que los de antes, que lo llevaban repleto de papeles y de latas de fabada, lleva tan sólo un teléfono y un faxmodem por si acaso. La secretaria tampoco, le va a la zaga. Aunque seguramente es de Cuenca, ahora ya no lleva agenda ni confecciona listados. Ahora hace mailings y trainings -y press-books para la prensa-, y cuando acaba el trabajo va al gimnasio a hacer gim-Jazz o a la academia de baile para bailar sevillanas. Allí se encuentra con todas las de la jet, que vienen de hacerse liffings, y con alguna top-model amante del body-fitness y del yogourt desnatado. Todas toman, por supuesto, cosas light, y ya no fuman tabaco, que ahora es una cosa out, y cuando acuden a un cocktail toman bitter y roastbeef, que, aunque parezca lo mismo, es mucho más digestivo y engorda menos que la carne asada.
   En la televisión, entre tanto, ya nadie hace entrevistas ni presenta, como antes, un programa. Ahora hacen interviews y presentan magazines, que dan mucha más prestancia, aunque aparezcan siempre los mismos y con los mismos collares. Si el presentador dice mucho O. K. y se mueve todo el rato, al magazine se le llama show -que es distinto que espectáculo-, y si éste es un show heavy, es decir, tiene carnaza, se le adjetiva de reality para quitarle la cosa cutre que tendría en castellano. Entre medias, por supuesto, ya no nos ponen anuncios, sitio spots, que, aparte de ser mejores, nos permiten hacer zapping. En el deporte del basket -que antes era el baloncesto-, los clubs ya no se eliminan, sino que juegan play-offs, que son más emocionantes, y a los patrocinadores se les llama sponsors, que para eso son los que pagan. El mercado ahora es el marketing; el autoservicio, el self-service; el escalafón, el ranking; el solomillo, el steak (incluso aunque no sea tártaro); la gente guapa, la beautiful, y el representante, el manager. Y desde hace algún tiempo, también, los importantes son vips; los auriculares, walk-man; los puestos de venta, stands; los ejecutivos, yuppies; las niñeras, baby-sitters, y los derechos de autor, royalties. Hasta los pobres ya no son pobres. Ahora los llamamos homeless, como en América, lo que indica hasta qué punto hemos evolucionado.
   Para ser ricos del todo y quitarnos el complejo de país tercermundista que tuvimos algún tiempo y que tanto nos avergonzaba, sólo nos queda ya decir siesta -la única palabra que el español ha exportado al mundo, lo que dice mucho en favor nuestro- con acento americano...
Julio Llamazares, El País, 13/05/1993

Fotografía: Xurxo Lobato



martes, 9 de abril de 2013

COSTURERO, Manuel Villena & Ferrer García

COSTURERO  

   Mientras se desovilla la vida, dejarse enhebrar por la persona amada.

Manuel Villena

lunes, 8 de abril de 2013

VOY A QUEDARME CIEGO, Carlos Casares





VOY A QUEDARME CIEGO



   Le pregunté a mamá: «¿Voy a quedarme ciego?». Me respondió: «No». Pero no le creo. Hoy por la mañana, cuando me llevaron para el corredor del patio, al sentir el sol sobre la piel, pensé: «A ver». Metí este dedo por la esquina de un ojo, levantando la venda por ver si veía algo, pero no vi nada. Ni siquiera una poca de claridad. Nada. Yo ya tenía la cosa medio tragada, pues por Santa Lucía mi mamá me llevó a Paredes de ofrecido. Aunque me quisieron engañar, bien se veía que la peregrinación era por mí, porque no me dejaban jugar ni cantar. En cambio, mi hermana iba jugando por el camino, cogiendo digitales y hablando con la gente. Y yo callado y mi mamá diciéndome: «Rézale una salve a la santa». Y yo rezando sin ganas porque el sol calentaba y el camino era largo y malo. Yo me acuerdo de cuando llevaron a la niña a la ermita de San Benito, que tampoco la dejaban en paz y la obligaban a rezar como me obligaban a mí ahora. Ella quería jugar conmigo, pero no la dejaban. En cambio, yo hacía lo que quería y nadie me reñía. Y también se ve que hoy en la casa hago lo que quiero y mi mamá no me dice nada y siempre me pregunta: «¿Quieres un poco de miel, querido? ¿Quieres un poco de vino con azúcar? He de comprarte pan blanco en la ciudad». Ya se ve que me voy a quedar ciego. Ayer me riñeron porque dije que a Camilo ya no le quiero por haberme tirado las piedras, pero solo me riñeron ayer. Y mi mamá, siempre que habla de Camilo, dice que es bueno y que no lo hizo adrede, que eso le pasa a cualquiera. Mi mamá habla así porque sabe que me quedo ciego y para que no le guarde rencor a Camilo para toda la vida. Ahora voy a ser como Nicolás, que anda con un bastón de la casa para la era o de la casa para la iglesia. Y de ahí no sale. Y mi papá se ve que anda triste porque habla poco y anteayer, cuando me quedé dormido a la hora de comer, me despertó y me dijo: «¿Dormiste de noche?». Le respondí que sí, pero no era cierto. Llevo más de una semana sin pegar ojo. Cuando me meto en la cama me entra una pena negra en el corazón y se me pone toda la sangre llena de hormigas y me acurruco muy abajo y me tapo la cabeza y rezo. Pero al rezar no se me pasa. Y sigo rezando para dormir, pero debo ser muy malo, que ya tengo tragado para mí que lo de la ceguera debe ser un castigo por mis pecados. Ahora no, pero antes mi mamá ya me decía: «Eres un pecador y has de ir al infierno». Y bien se ve que voy a ir, porque rezo y Dios no me hace caso y no duermo... El verano que viene tengo que volver a Santa Lucía de ofrecido y sin ganas de jugar ni de estallar los digitales. Y si hace sol, aguanto, que así también hago penitencia por mis pecados. En este momento hace sol. Meto el dedo por aquí, por una esquinita, y no veo nada. Me llama mi mamá: «¿Ramón!». Yo le respondo: «¡Mande usted!». Entonces ella me pregunta: «¿Estás bien?». Y yo le respondo de nuevo: «Sí, estoy muy bien». Y ella vuelve a preguntar: «¿Necesitas algo?». El sol debió meterse detrás del monte del Picouto. Ya no calienta. Dentro de poco vendrá la noche. Después cenaremos y luego iremos todos a dormir. Solo de pensarlo se me llena la sangre de agujas y una pena grande y negrísima se me mete dentro del corazón.

 CARLOS CASARES, Narrativa breve completa, Libros del silencio, Barcelona, 2012, pp. 43-45.

Fotografía: Silvia Miau

domingo, 7 de abril de 2013

CONFESIÓN, Pere Calders

CONFESIÓN
        
   Mi amada me dijo que un pecho sí, pero que el otro no, porque lo tenía apalabrado. Malhumorado y egoísta, perdí el único que quedaba disponible.

PERE CALDERS, Ruleta rusa y otros cuentos, Anagrama, Barcelona, 1984, pp. 290-291.

sábado, 6 de abril de 2013

AGUA QUE LLUEVE, Gertrude Stein


AGUA QUE LLUEVE

   Agua asombrosa y difícil que hace en conjunto el latido y el prado.


GERTRUDE STEIN, Botones blandos, Abada, Madrid, 2011,  página 49.

viernes, 5 de abril de 2013

SIN TESTIGOS, César Aira




SIN TESTIGOS

   Las circunstancias me habían reducido a la mendicidad callejera. Como el pedido directo y sincero no rendía, tuve que recurrir a la estafa, al engaño, siempre en pequeña escala, por ejemplo hacerme pasar por paralítico, ciego, enfermo de alguna terrible enfermedad. No era nada agradable hacerlo. Una vez se me ocurrió que podía hacer algo más ingenioso, más fino, que aunque sirviera para una sola vez y no me diera gran cosa, al menos me dejaría la satisfacción de haber hecho algo pensado, casi artístico según lo veía yo. Necesitaba que un incauto cayera, y preferiblemente que cayera en un sitio donde no hubiera testigos. Caminé un poco, sobre mis pies doloridos (de verdad) por las callejuelas que tan familiares me eran, ya que vivía y dormía en ellas, hasta encontrar un rincón por el que estaba seguro de que no pasaría nadie. Ahí me tiré, al lado de un gran cubo de basura, a esperar a mi presa. Quedé recostado en la pared, a medias oculto por el cubo, en las manos la caja chata que había encontrado tirada y había recogido: era la que me había dado la idea de hacer el truco que me reportaría algún dinero. Debo aclarar que todavía no sabía qué truco sería ése. Lo improvisaría a último momento. De pronto se hizo de noche. Ese rincón estaba muy oscuro, pero acostumbrado como estaba yo a lugares tenebrosos, veía bastante bien. Y tal como lo había previsto, por ahí no pasaba nadie. Era lo que yo necesitaba: un sitio solitario y sin testigos. Pero también necesitaba una víctima, y con el paso de las horas empecé a convencerme de que no caería nadie. Debo de haberme dormido y vuelto a despertar, varias veces. Se había hecho un gran silencio. Sería la medianoche, calculo, cuando oí pasos: venía alguien. No me moví. Era un hombre, fue todo lo que pude decir; no había iluminación suficiente para los detalles. Y antes de que yo pudiera ponerme en movimiento, o llamarlo o chistarlo, vi que se dirigía al cubo y se ponía a hurgar. Era un mendigo, un buscavidas, como yo. Mal podía hacerlo víctima de un truco ingenioso para sacarle dinero. Aun así, lo habría intentado, aunque más no sea para extraerle una moneda y no sentir que había perdido la noche, Pero antes de que yo hiciera el menor movimiento, el desconocido alzaba algo pesado de adentro del cubo y soltaba una exclamación ahogada. Miré, con mi penetrante vista nocturna: era una bolsa llena de monedas de oro. Pasó por mi mente como un relámpago la sensación más amarga de mi vida: era una fortuna, que había estado al alcance de mi mano durante horas, horas perdidas en la espera de un inocente al que sacarme mediante engaños una cantidad ínfima de dinero. Y ahora ese inocente aparecía y se alzaba con mi tesoro, delante de mis narices. Miró para ambos lados, para asegurarse de que nadie lo había visto, y echó a correr. No había advertido mi presencia ahí abajo. Yo no soy de reacciones rápidas, nunca lo fui, pero en esta ocasión, que se me antojó suprema e irrepetible, actué, movido por algo que se parecía a la desesperación. Simplemente estiré una pierna y lo hice tropezar. Él estaba tomando velocidad, su pie se enganchó en mi pierna y cayó cuan largo era; tal como yo había previsto, la bolsa  de monedas cayó con él y las monedas se desparramaron porel piso, por el empedrado desparejo de ese callejón, con gran ruido metálico y brillos prometedores. Yo contaba con que el apuro a él lo llevara a recoger cuantas monedas pudiera y salir corriendo, mientras yo por mi parte también juntaba monedas, que él no me negaría; su caída, el desparramo de las monedas, nos ponía a los dos en la misma situación de apropiadores clandestinos. Pero, para mi sorpresa y horror, no fue así. El hombre se levantó, ágil como un gato, y sin terminar de ponerse de pie, a medio levantar, se arrojó sobre mí al tiempo que sacaba un cuchillo enorme del bolsillo. A pesar de mi vida precaria en la calle, yo no me había endurecido. Seguía siendo un tímido, que escapaba a toda clase de violencia. En esta ocasión no pude soñar siquiera con escapar. Él ya estaba sobre mí y levantó el cuchillo y lo descargó con tremenda fuerza sobre mi pecho. Me penetró casi hasta salir por el otro lado, y debía de ser muy cerca del corazón. Sentí la muerte, con una absoluta convicción. Pero cuál no sería mi sorpresa al ver que al mismo tiempo que me hería, le aparecía a él, en el pecho, una herida igual en el mismo lugar, y empezaba a manar sangre. Su corazón también había sido herido. Él se miró el pecho, perplejo. No entendía, y no era para menos. Me había apuñalado a mí, y la herida aparecía también en él. Extrajo el cuchillo de mi pecho, y, ya con la mirada turbia por la muerte, como la mía, volvió a clavar, al lado, como si quisiera comprobar fehacientemente el hecho extraño. Y en efecto, en su pecho apareció la segunda herida. Empezó a manar sangre. Fue lo último que vi (o vio).


CÉSAR AIRA, Relatos reunidos, Mondadori, Barcelona, 2013, pp.195-197.