domingo, 13 de enero de 2013

EL CARACOL, José Moreno Villa


EL CARACOL

   Lentamente sube por la rama utilizando los sutiles periscopios de sus cuernecillos táctiles.
   ¡Tienta, tienta; levanta la cabeza y otea los alrededores! ¿Te hacen falta gemelos de campaña?.
   Su discurso, intermitente y medroso, dice:
  «No hay nadie; parece que no hay nadie. Y el piso es firme. ¡Ay! Ya me di en el ojuelo de la antena, que se ha contraído y enfundado en la cabeza.
  ¿Me verán? No hay nadie. Para escurrirse tácitamente la baba es buena, pero es delatora, aunque el viento la oree. Deja unos cristalinos traicioneros. Me van a descubrir, me van a descubrir. Será mejor ocultarse.»
   Y se mete en su concha para que no le vean. Pero el pobre tímido, suspicaz y medidor de movimientos, agítase de tal modo al recluirse, que cae con su cascarón desde el árbol a un banco de cañas, moviendo un ruido hueco y alarmante.
   Un chico le coge, le mira y le estrella contra la pared.


JOSÉ MORENO VILLA, Evoluciones, Calleja, Madrid, 1918, página 108.