domingo, 30 de septiembre de 2012

SOBRE CAMILO JOSE CELA, Antonio Martínez Sarrión

   Un curioso efecto de simetría, causado por la muerte de Cela: el 95 por ciento de lo publicado en diarios nacionales sobre el finado, como el mismo porcentaje de su obra, es pura inanidad, pura pérdida de tiempo. De la obra, lo único que de verdad me gustó fue su primera época: el Pascual Duarte y los primeros viajes; menos, La colmena; algo los carpetovinismos. San Camilo 36 no es más que la visita a una colección de burdeles madrileños, al filo de la tragedia. Cuando trató de hacer lo que él entendía por «vanguardia» se vio que resultaba forzado, ilegible, trivial en su pretenciosidad. Madera de boj, el tan anunciado texto que haría justicia a la Galicia marítima, al bravo mar de los Ártabros, no es más que una prolija colección de chistes y ocurrencias de gusto dudoso. Sobre el muerto, han estado bien Ignacio Echeverría, Haro Tecglen y sobre todo Gimferrer, meditado y justo. Lo mejor, que escuché a ráfagas, se debió a Carlos Casares: «Era un hábil imitador de Dalí para promocionarse» y lo opinado por un estudiante de doce o trece años: «Era un tipo duro, un tipo algo borde». Su hijo, que lo conocía de sobra, le afeaba su absoluta falta de piedad, como rasgo central de su persona. Anécdotas por él contadas: asustar a las pobres mujeres que volvían a sus casas cargadas con la compra; en casa de su patrona durante la guerra, limpiarse el culo con un canario, tras defecar en el teclado del piano, ¡qué hombrada! ¡Qué tipo ocurrente y original! Otro gesto nobilísimo fue ofrecerse a Franco, a su entrada en Madrid, para delatar a «rojos», ejercer como censor de libros y publicaciones, escribir por una montonera de dólares una novela venezolana, llena de indigenismos, a la mayor gloria del sanguinario dictador Perez Jimenez. Su manipulacion y prepotencia a la hora de cubrir vacantes en la Academia o de discernir el ganador del Premio Cervantes, el cual se hizo otorgar obscenamente, tras el injusto Premio Nobel, como su creciente y ya no disimulado reaccionarismo ideológico, fueron notorios. Un gacetillero de periódico a pie de capilla ardiente se quejaba o fingía quejarse del escaso, casi nulo, numero de escritores que fueron a rendirle el último homenaje. Un gesto a su favor que pocos conocen: en un almuerzo, cuando su miserable lacayo Umbral que le escupió nada más morir en un libro se desató contra Juan Benet, le dijo: «¡Cállate, Paco, que Benet fue un gran escritor!». Muere, en fin, un autor enormemente sobrevalorado en vida —Italo Calvino o Juan Marsé, grandes de verdad, así lo escribieron— y un ser humano despreciable. La historia de la literatura lo pondra, sin duda, en su lugar. (Adición en 2009: hemos sabido por la prensa que la muy cacareada y económicamente dotada Fundación Cela de Padrón está en un estado de decadencia y abandono lamentables.)

ANTONIO MARTÍNEZ SARRIÓN, Escaramuzas, Alfaguara, Madrid, 2011, pp. 52-53.
    

sábado, 29 de septiembre de 2012

ABURRIMIENTO, Sam Shepard


ABURRIMIENTO
        
   Estaban aburriéndose. Para cenar comieron puerco espín y luego se pincharon caballo y repasaron la colección de placas de matrículas, con un comentario especial para cada estado. Arkansas, donde «aquel oso estuvo a punto de atrapar a Hodie». Wyoming con su «forma diferente de llevar el sombrero». Mississippi: «Aquel idiota mongoloide con su esquife de barro». Dos de ellos se fueron con una lata de cinco litros de gasolina a volar la playa. Otros dos trazaron un círculo en la pared y jugaron a lanzar cuchillos de pescador. Dos más examinaron el planeta Venus y hablaron de la profecía de los Hopi. El séptimo se quedó mirando las cagadas de rata, pensando Ojalá tuviese una escopeta. Cualquier clase de escopeta. Una escopeta azul. Una escopeta rápida. Una escopeta lenta. Un duelo a fusil. Un Winchester, un Winchester de palanca, 30.30. Eso sí que es un fusil capaz de cualquier cosa. Y, además, precioso. Cuando lo tienes en tus manos te sientes a gusto. Como un cowboy. Alguien estaba pidiéndole que lavara los platos. Se puso en pie, rompió la silla contra la espalda de aquél. Se acercó otro que quería saber por que lo habia hecho. Dijo que sonaba con un Winchester.

                 
         SAM SHEPARD, Luna Halcón, Anagrama, Barcelona, 1981, página 64.
      

viernes, 28 de septiembre de 2012

CÓMO OCURRIÓ, John Gawsworth




CÓMO OCURRIÓ

   El desdichado loco Stanley Barton ha muerto. Tal vez el lector recuerde la vista de su juicio o, dado que este tipo de casos no despiertan más que un interés pasajero, tal vez no.
   El infeliz se pasaba el día entero mirando por la ventana de su celda con ojos desencajados, y no tardamos en observar que éstos buscaban siempre un bosquecillo de abetos que se alzaba dentro de los estrechos límites que abarcaba su vista. A veces, especialmente los días de mucho calor, se comportaba de un modo extraordinariamente violento, y era necesario adoptar las medidas de rigor para impedir que se lesionase a sí mismo o a alguno de sus celadores. Murió en el curso de uno de tales ataques, dejando el siguiente relato de su crimen, que parece ofrecer suficiente interés al estudioso de la locura y de la criminología para que merezca ser publicado.

   ¿Eres débil, amigo? ¡No! Me gustaría preguntarte cómo demonios lo sabes. ¿Te han puesto alguna vez a prueba? ¿Te han tensado y retorcido en alguna ocasión todos los nervios y fibras de tu cuerpo hasta ver si saltaban hechos pedazos? ¿Estás seguro de esa pequeña cavidad que tienes en el lado izquierdo? ¿Confías en ese minúsculo coágulo que se esconde sobre tu ceja derecha? Creo que ahí puede albergarse cierta debilidad. Voy a ponerte a prueba. G-r-r-u-p. ¡Chas! ¡Ah, ya lo decía yo! ¡Al manicomio con él! ¡Es un hombre débil! Pero, cuidado, no fue ése mi caso. Porque yo era fuerte, sí, muy fuerte, ¡en alma y cuerpo! Yo les había pasado revista a todos, desde la tapa de mi cráneo hasta  las plantas de mis pies, probándolos uno a uno, y los encontré todos en perfecto estado. Pero luego me enzarcé con Ellos en una lucha, y Ellos me los partieron todos a la vez, todos, los grandes y también los pequeños, que hasta que no saltaron en dos no parecían tener demasiada importancia. Y entonces Ellos me trajeron aquí, donde tendría que ser el Rey, pues los míos están todos rotos, mientras que los demás no han perdido más que uno o dos. A veces los de los otros se arreglan y entonces se van, pero las puntas de los míos chirrían cuando se rozan, haciéndome un daño espantoso, y ya nunca se recompondrán.
   Además, aún tengo memoria, y eso volvería a hacerlos saltar otra vez. Fue mi hermano quien tuvo la culpa, ¿sabes? Él fue el causante de todo. Empezaré por decirte que yo lo odiaba desde que tuve uso de razón. Era unos cuantos años mayor que yo y todos le llamaban «Guapo». Era alto y rubio y gustaba a las chicas. Había una a la que gustaba muy especialmente, una a la que yo amaba. Se llamaba Margery, y era muy hermosa. Pero a mí no me importaba que le gustase mi hermano. Podía permitirme el lujo de esperar, ¿sabes?, porque, aunque yo era moreno y de baja estatura, sabía que era mejor que él. En una ocasión, estando Margery presente, se lo hice saber así a mi hermano.
   —¡Maldito sea!—rugió—, ¡más le valdría tener un poco más de orgullo y no andar por ahí metiendo las narices donde nadie le llama! ¿No te parece, Margery? —y los dos se echaron a reír—. ¡Largo de aquí!—añadió. Dieron media vuelta y se fueron.
   Vivíamos entonces en el corazón del condado de Surrey, y todas las noches, a las ocho y media, mi hermano cruzaba los campos de labor situados a un extremo de nuestra finca y se encontraba con Margery en el bosquecillo de abetos que cerraba el horizonte por aquel lado. Sé que iba allí todas las noches porque yo solía seguirlo y espiaba sus devaneos amorosos desde mi escondite en lo alto de un árbol. Yo era muy ágil, te lo aseguro, tan ágil como un gato.
   Pues bien, una noche, poco después del desaire de mi hermano, me dirigí hacia allí tomándole la delantera. Había decidido que ya no amaba a Margery por haberse reído de mí de un modo tan mezquino. En la oscuridad, ella no podía ver quién se aproximaba, y al oír mis pasos salió de la espesura y corrió a mi encuentro, tomándome por mi hermano. Era una pobre estúpida, y no perdí el tiempo. La atravesé con el cuchillo de trinchar que había cogido del aparador del comedor y que llevaba oculto bajo el abrigo. Puso una cara increíblemente cómica. Me recordó aquellos lechoncillos que veía siempre los días que había mercado. Profirió un grito de dolor, luego un sollozo ahogado, cayó de bruces y quedó inmóvil en el suelo. Arrojé el cuchillo entre los matorrales. «¡Vaya, Margery, ahora sí que estás graciosa!», le dije mientras la arrastraba por el pelo dentro del bosquecillo. Y con un hierro y un martillo con que—previendo acontecimientos—me había provisto, la ensarté por el pecho a mi árbol. Y luego le cerré la chaquetilla sobre la blusa que iba tiñéndose de rojo para que el hierro que terminaba en un garfio no se viese. Me lo estaba pasando en grande.
   «¿Y qué? ¿Ahora ya no te ríes de mí, Margery?», pregunté, sin poder reprimir a mi vez una risita dándole un puntapié, y su cuerpo no ofreció resistencia la muy idiota.
   No había mucho tiempo que perder, pues mi hermano debía de estar al llegar de un momento a otro, así que trepé a mi escondite en el árbol y até a él fuertemente un cabo de soga que había llevado. Después hice un amplio nudo corredizo al extremo y una pequeña lazada un poco más arriba, y con el martillo clavé otro hierro en el tronco a unos tres pies por encima de donde había atado la soga a la rama. Como puedes ver, nunca tuve la menor duda de que yo era el mejor y sabía lo que había que hacer. Me puse de pie en el árbol con la soga enrollada en mi mano y esperé.
   Mi hermano apareció al cabo de unos momentos.
   Sentí ganas de echarme a reír, ¡todo era tan divertido! En ese instante debió de ver el vestido, pues con voz alegre y aflojando el paso exclamó: «¡Conque estás ahí, eh!», y al avanzar se situó justo debajo de mí. ¡No puedes imaginarte lo fácil que fue todo! Era como jugar a los tejos en una feria. ¡Plop! ¡El lazo corredizo le cayó sobre la cabeza! ¡Blanco! El nudo corredizo se deslizó ajustándosele a la nuca. Me puse de pie con la espalda pegada al árbol, di un tirón, corrí la lazada pequeña de la soga hacia arriba y la anudé al hierro. Abajo mi hermano pataleaba como un poseso. Sus manos se agarraban al cuello y sus piernas coceaban en el aire. Pero la soga era fuerte y podía con él. ¡Oh, qué maravilla! Nunca me había sentido tan feliz. Bajé gateando del árbol y pasé revista a la pareja. Margery estaba en silencio, tenía la cabeza caída hacia delante y sus brazos colgaban inertes. Pero mi hermano seguía pataleando, dale que te dale. Parecía que los ojos fueran a salírsele de las órbitas. Empezó a ponerse de un color morado y unos ruidos escaparon de su garganta.
   —¡Más le valdría tener un poco más de orgullo y no andar por ahí metiendo las narices donde nadie le llama! ¿No te parece, Margery?—le pregunté.
   Pero Margery no parecía entender mis palabras. Las sacudidas dieron paso a la quietud, a una deliciosa quietud. El lastre de la soga se balanceaba dulcemente, movido sólo por la inercia de su propio peso. Miré el pedregoso sendero que se abría tres pies por debajo de los pies colgantes de mi hermano.
   —¡Largo de aquí!—le grité, acompañando mis palabras con un silbido.
Luego di media vuelta y me marché.

JOHN GAWSWORTH, Cuentos únicos, Siruela, Madrid, 1989, páginas 175-179.

Ilustración: José Clemente Orozco

jueves, 27 de septiembre de 2012

EL MAR Y OTRAS COSAS DE LAS QUE TAMBIÉN ME ACUERDO, Mónica Gutiérrez Serna

   Mónica Gutiérrez Serna en este álbum recuerda la relevancia de la figura de su abuelo, del que recupera unos hermosos dibujos que muestran a quienes seguimos a esta artista las raíces de su singularidad. Con una materia que llevaría a otros a la sensiblería, ella es capaz de ofrecer un emotivo y contenido ejercicio de sensibilidad.


MÓNICA GUTIÉRREZ SERNA, El mar y otras cosas de las que también me acuerdo, Thule, Barcelona, 2011, 40 páginas.


Ilustración: Jaime Serna

miércoles, 26 de septiembre de 2012

[CÓMO DUELE LA BELLEZA!...], Pedro Casariego Córdoba



   ¡Cómo duele la belleza! ¡Cómo te va matando! Me he levantado tristísismo. A las 2 de la tarde. En otoño los árboles apartan sus ansias de cielo y bajan al suelo, se hacen reales, se dejan abrazar...


Fotografía: Devoto & Lombo

martes, 25 de septiembre de 2012

LA LECHUZA, Ko Un




LA LECHUZA

La lechuza en pleno día
abre grandes los ojos
nada puede ver
Espera,
tu noche vendrá seguro.

KO UN, Ananda, Casariego, Madrid, 2005, página 12.

lunes, 24 de septiembre de 2012

NAGASAKI, Alfonso Sastre



NAGASAKI

   Me llamo Yanajido. Trabajo en Nagasaki y había venido a ver a mis padres en Hiroshima. Ahora, ellos han muerto. Yo sufro mucho por esta pérdida y también por mis horribles quemaduras. Ya sólo deseo volver a Nagasaki con mi mujer y con mis hijos.
   Dada la confusión de estos momentos, no creo que pueda llegar a Nagasaki enseguida, como sería mi deseo; pero sea como sea, yo camino hacia allá.
   No quisiera morir en el camino. ¡Ojalá llegue a tiempo de abrazarlos!

ALFONSO SASTRE



IRENE ANDRES-SUÁREZ, Antología del microrrelato español (1906-2011), Cátedra, Madrid, 2012, página 202.

domingo, 23 de septiembre de 2012

PARADOJAS DE LA VIDA, Karmelo C. Iribarren



PARADOJAS DE LA VIDA

Para Eduardo Errasti


A ella le gustaba
Platón, estaba claro;
lo de la caverna
nos lo explicó cuarenta veces.

A mí no; a mí en cambio
me gustaba ella:
sus piernas, su sonrisa,
aquella forma suya de moverse.

Paradojas de la vida:

mi platonismo exacerbado
me costó un deficiente.

KARMELO C. IRIBARREN, El tamaño de los sueños, Anaya, Madrid, 2006, p. 14.

sábado, 22 de septiembre de 2012

ESTO SE ACABA: HABITACIONES SEPARADAS, Lydia Davis



ESTO SE ACABA: HABITACIONES SEPARADAS


   Ahora duermen en habitaciones separadas.
   Esta noche, ella sueña que lo está abrazando. Él sueña que está cenando con Ben Johnson.


LYDIA DAVIS, Cuentos completos, Seix Barral, Barcelona, 2011.

viernes, 21 de septiembre de 2012

ELLA, Fernando Trías de Bes




ELLA
        
   Érase una vez ella, que se enojó por algo que había comentado él. Ella se resistía a indicárselo, pues deseaba que él se diese cuenta por sí mismo. Así que se mostró esquiva, abrupta y arisca. Y como él no entendía por qué se comportaba así, se lo preguntó sin más. Eso la contrarió doblemente, porque además de no ser lo que ella esperaba, confiaba en que él tuviera la sensibilidad suficiente para comprender qué Le sucedía. Y entonces él se enfadó y le dijo que era demasiado reservada; y los dos se pusieron a discutir acaloradamente por otros asuntos que nada tenían que ver y por los que ninguno estaba disgustado y nunca hubiera recriminado al otro. Y todo fue por ese algo que ella no recordaba cuando él la besó, que era de lo que se trataba.
        

FERNANDO TRÍAS DE BES, Relatos absurdos, Urano, Barcelona, 2006, p. 50.

jueves, 20 de septiembre de 2012

DEFINICIONES, Raymond Queneau



DEFINICIONES

   En un gran vehículo automóvil público destinado al transporte urbano, designado por la vigésimosegunda letra del alfabeto español, un joven excéntrico portador de un sobrenombre atribuido en París en 1942, con la parte del cuerpo que une la cabeza a los hombros extendida sobre una cierta longitud y que lleva sobre la extremidad superior del cuerpo una prenda de forma variable rodeada por un burdo cordón entrelazado en forma de trenza —este joven excéntrico, imputando a un individuo que iba de un sitio a otro la falta consistente en desplazar sus pies, uno tras otro, encima de los suyos, se encaminó a posarse sobre un mueble dispuesto para sentarse, mueble convertido en no ocupado.
   Ciento veinte segundos más tarde, lo vi de nuevo delante del conjunto de inmuebles y de vías ferroviarias donde se efectúa el depósito de mercancías y la carga o descarga de viajeros. Otro joven excéntrico, portador de un sobrenombre atribuido en París en 1942, le daba consejos acerca de lo que le convenía hacer a propósito de un círculo de metal, cuerno, madera, etc., cubierto o no de tela, que sirve para asegurar los vestidos, en este caso un vestido masculino que se lleva encima de los demás.



RAYMOND QUENEAU, Ejercicios de estiloCátedra, Madrid, 1989, p. 126.

miércoles, 19 de septiembre de 2012


Poesía experimental española (1963-2004), Marenostrum, Madrid, 2004, p. 116.

martes, 18 de septiembre de 2012

LA REINA VIRGEN, Marco Denevi


LA REINA VIRGEN   
   
   He sabido que Isabel I de Inglaterra fue un hombre disfrazado de mujer. El travestismo se lo impuso la madre, Ana Bolena, para salvar a su vástago del odio de los otros hijos de Enrique VIII y de las maquinaciones de los políticos. Después ya fue demasiado tarde y demasiado peligroso para descubrir la superchería. Exaltado al trono, cubierto de sedas y de collares, no pudo ocultar su fealdad, su calvicie, su inteligencia y su neurosis. Si fingía amores con Leicester, con Essex y con sir Walter Raleigh, aunque sin trasponer nunca los límites de un casto flirteo, era para disimular. Y rechazaba con obstinación y sin aparente motivo las exhortaciones de su fiel ministro Lord Cecil para que contrajese matrimonio aduciendo que el pueblo era su consorte. En realidad estaba enamorado de María Estuardo. Como no podía hacerla suya recurrió al sucedáneo del amor: a la muerte. Mandó decapitarla, lo que para su pasión desgraciada habrá sido la única manera de poseerla.

MARCO DENEVI, Falsificaciones, Thule, Barcelona, 2006 (1966).

lunes, 17 de septiembre de 2012

[FILAS DE ALUMNOS...], Raúl Fernández Vítores

Filas de alumnos
el tiempo congelado
año tras año



RAÚL FERNÁNDEZ VÍTORES, Res Nata, Vitubrio, Madrid, 2008, p. 24.

domingo, 16 de septiembre de 2012

[SIEMPRE FUE UN HOMBRE DE RUTINA...], Paul Auster


   Siempre fue un hombre de rutina. Se iba a la mañana temprano, trabajaba duro todo el día y luego, cuando volvía a casa (los días que no trabajaba hasta tarde) hacía una breve siesta antes de la cena. Una vez, durante nuestra primera semana en la casa nueva, antes de que nos estableciéramos del todo, cometió un curioso error. En lugar de conducir hacia la casa nueva a la salida del trabajo, se dirigió a la vieja tal como había hecho durante años; aparcó su coche en el camino, entró en la casa por la puerta trasera, subió las escaleras, se metió en el dormitorio y se acostó a dormir. Durmió durante una hora, y como es obvio, cuando la nueva dueña de la casa volvió y se encontró a un extraño durmiendo en su cama, se sorprendió mucho. Pero a diferencia de Rizos de Oro, mi padre no dio un salto y salió corriendo. Al final la confusión se aclaró y todo el mundo rió de buena gana.
PAUL AUSTER

SILVIA DELUCCHI & NOEMÍ PENDZIK, En frasco chico, Colihue, Buenos Aires, 2005, página 65.

viernes, 14 de septiembre de 2012

[ACASO SEA LA TEMPLANZA...], Andrés Trapiello


   Acaso sea la templanza la única virtud que pueda ser admitida por uno sin alarde, inadvertida siempre, como clave de arco. 


ANDRÉS TRAPIELLO, El arca de las palabras, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2006.


jueves, 13 de septiembre de 2012

SALVADOR TARDE O TEMPRANO, Sandra Cisneros


SALVADOR TARDE O TEMPRANO
        
        
   Salvador, con ojos de color de oruga; Salvador, con el pelo torcido y los dientes torcidos; Salvador, de cuyo nombre la profesora no se acuerda, es un chico que no es amigo de nadie, que corre en esa vaga dirección donde las casas son del color del mal tiempo, vive detrás de una puerta de contrachapado, achucha a sus hermanos dormidos para que despierten, les abrocha los zapatos, los peina con agua, les da leche y cereales en una taza de latón, en la turbia oscuridad de la mañana.
   Salvador, tarde o temprano, llega antes o después con la hilera de sus hermanos menores ya listos. Ayuda a su madre, que está ocupada con el trabajo que le da el bebé. Tira de los brazos de Cecilio, de Arturito, los apremia porque hoy, como ayer, Arturito ha tirado la caja de puros llena de lápices y ha soltado centenares de deditos rojos, verdes, amarillos, azules y un pedazo de dedito negro, palitos que rebotan y se derraman por encima y más allá de los charcos del asfalto, hasta que la mujer policía que vigila el cruce interrumpe la corriente de tráfico para que Salvador los vuelva a recoger.
    Salvador, dentro de aquella camisa arrugada, dentro de aquella garganta que necesita carraspear y pedir perdón cada vez que habla, dentro de aquel cuerpo de chico de veinte kilos con su geografía de cicatrices, su historia de dolor, sus miembros rellenos de plumas y andrajos; en alguna parte de los ojos, en alguna parte del corazón, en aquella jaula del pecho donde algo pulsa con ambos puños y sabe sólo lo que Salvador sabe, dentro de aquel cuerpo demasiado pequeño. Para contener los centenares de globos de la alegría y la guitarra solitaria de la pena, hay un chico como cualquier otro de los que desaparecen por la puerta, junto a la entrada principal del colegio, donde ha dicho a sus hermanos que esperen. Toma las manos de Cecilio y Arturito, se escabulle esquivando los muchos colores del patio esco1ar, los codos y las muñecas que se entrecruzan, los muchos zapatos que corren. Se hace más y más pequeño en la distancia, se disuelve en el luminoso horizonte, flamea en el aire antes de desaparecer como una remembranza de cometas.

SANDRA CISNEROS, Érase un hombre, érase una mujer, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp. 27.28.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

LA ACTRIZ, II, Georges Perec



LA ACTRIZ, II

   Una actriz se pone a bailar y poco a poco se va desvistiendo. Tiene muy poco pecho.

   Pienso en mi madre.


GEORGES PEREC, La cámara oscura, Impedimenta, Madrid, 2010, nº 92.

martes, 11 de septiembre de 2012

DÍA CONTRA EL TERRORISMO, Eduardo Galeano


Septiembre
11
        
DÍA CONTRA EL TERRORISMO

   Se busca a los secuestradores de países.
   Se busca a los estranguladores de salarios y a los exterminadores de empleos.
   Se busca a los violadores de la tierra, a los envenenadores del agua y a los ladrones del aire.
   Se busca a los traficantes del miedo.


lunes, 10 de septiembre de 2012

LA HERENCIA, Flavia Company



LA HERENCIA
        

   Llego al notario y mientras subo en el ascensor hasta el quinto en donde tiene el despacho pienso que no es que me alegre de la muerte de Pedro, solo faltaría, tampoco es que fuera mala persona, al fin y al cabo, porque tenía sus cosas como todo el mundo, pero malo lo que se dice malo no era, o no tanto como para que a mí me dé ahora un subidón de alegría con solo pensar que todas sus posesiones van a pasar a mis manos gracias a su muerte súbita e inesperada, tan inesperada que hasta resulta sospechosa. La policía investiga, pero yo ya les he dicho una y mil veces que de ninguna manera puedo creer que nadie tuviera motivo alguno para quererle ningún mal a Pedro, tan bueno él con todo el mundo, o casi. También pienso que no me voy a poner a derrochar su fortuna, aunque algún capricbito sí voy a permitirme, porque con él era difícil darse lujo alguno. No es que fuera tacaño, tampoco es eso, pero vaya. Y no es que me preocupe demasiado la policía. Se cansarán tarde o temprano de investigar un caso de infarto. Es pura rutina, dicen, y yo les creo, no tengo por qué estar con la mosca detrás de la oreja, aunque por si acaso me he buscado un buen abogado, porque hay gente muy mala y muy envidiosa, y no me refiero a nadie en particular, ni siquiera a mis vecinas, que han venido todas juntas a darme el pésame con un sentimiento tan auténtico como el mío propio, y han insistido en lo bien que imaginan mi dolor, sobre todo teniendo en cuenta que, siendo yo enfermera, no pudiera ayudarlo.         
        
DIAGNÓSTICO: Lítotes (Figura retórica que consiste en atenuar lo que se quiere dar a entender, pero dejando clara la intención de quien habla).
        

domingo, 9 de septiembre de 2012

[UN NIÑO TRATA...], Andrés Trapiello

   Un niño trata de encerrar con una venera, en un hoyo de la playa, las aguas del mar. El mismo niño parte en dos la calamita, la piedra imán, y se asombra de que cada uno de los fragmentos vuelva a tener su norte y su sur. Vuelve a dividir esos dos fragmentos, y el polo norte y el polo sur aparecen de nuevo en los fragmentos. No se cansa, y así divide hasta el infinito y puebla el mundo de tantos polos norte y sur, que tales puntos invariables acaban ocupándolo todo, como la incertidumbre.

ANDRÉS TRAPIELLO, El arca de las palabras, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2006.

sábado, 8 de septiembre de 2012

[ODIAR SIEMPRE...], Fernando Savater



   Odiar siempre deviene un ejercicio fatigoso que exige prestar enorme atención a los demás.

FERNANDO SAVATER, Tirar de la cuerda, Cuadernos del Vigía, Granada, 2012, página 29.


jueves, 6 de septiembre de 2012

LOS NÚMEROS Y LAS LETRAS, Fernando Trías de Bes


LOS NÚMEROS Y LAS LETRAS
        
   Érase una que los Números, sabiéndose infinitos, se amotinaron contra las Letras. Era obvio que veintiocho letras poco podían hacer para defenderse ante tan numeroso ejército, nunca mejor dicho. Las Letras fueron devastadas por los Números con sangrienta crueldad y se extinguieron tal y como lo hicieron, tras eL diluvio universal, las incrédulas bestias que no se hicieron a la mar en la nao del patriarca.
   Desaparecidas las Letras, los Números jamás pudieron volver a ser pronunciados, por lo que pasaron a ser extraños signos que nadie pudo descifrar y que cayeron en el olvido.
        
FERNANDO TRÍAS DE BES, Relatos absurdos, Urano, Barcelona, 2006, p. 22.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

[ABRE SUS PUERTAS,,,], Raúl Fernández Vítores


Abre sus puertas
el autobús: bosteza
muchos alientos.

RAÚL FERNÁNDEZ VÍTORES, Res Nata, Vitubrio, Madrid, 2008, p. 20.

Ilustación: Ernest Descals

martes, 4 de septiembre de 2012

EL CUENTO MÁS HERMOSO, Rudyard Kipling


EL CUENTO MAS HERMOSO DEL MUNDO



   Se llamaba Charlie Mears; Era hijo único de madre viuda; vivía en el norte de Londres y venía al centro todos los días, a su empleo en un banco. Tenía veinte años y estaba lleno de aspiraciones. Lo encontré en una sala de billares, donde el marcador lo tuteaba. Charlie, un poco nervioso, me dijo que estaba allí como espectador; le insinué que volviera a su casa.
   Fue el primer jalón de nuestra amistad. En vez de perder tiempo en las calles con los amigos, solía visitarme, de tarde; hablando de sí mismo, como corresponde a los jóvenes, no tardó en confiarme sus aspiraciones: eran literarias. Quería forjarse un nombre inmortal, sobre todo a fuerza de poemas, aunque no desdeñaba mandar cuentos de amor y de muerte a los diarios de la tarde. Fue mi destino estar inmóvil mientras Charlie Mears leía composiciones de muchos centenares de versos y abultados fragmentos de tragedias que, sin duda, conmoverían el mundo. Mi premio era su confianza total; las confesiones y problemas de un joven son casi tan sagrados como los de una niña. Charlie nunca se había enamorado, pero deseaba enamorarse en la primera oportunidad; creía en todas las cosas buenas y en todas las cosas honrosas, pero no me dejaba olvidar que era un hombre de mundo, como cualquier empleado de banco que gana veinticinco chelines por semana. Rimaba «amor y dolor», «bella y estrella», candorosamente, seguro de la novedad de esas rimas. Tapaba con apresuradas disculpas y descripciones los grandes huecos incómodos de sus dramas, y seguía adelante, viendo con tanta claridad lo que pensaba hacer, que lo consideraba ya hecho, y esperaba mi aplauso.


RUDYARD KIPLING, Kipling ilustrado, Kalandraka, 2012, 274 páginas.

lunes, 3 de septiembre de 2012

[A LOS SEÑORES IMPORTANTES...], Pedro Casariego Córdoba & Rudy Kehkla

A los señores importantes les pinchan el teléfono. A los desgraciados se les pincha el coche. A nosotros nos pincha un alambre y no nos quejamos. El amor... ¿qué es el amor sin el riesgo del metal?



 Ilustración: Rudy Kehkla

domingo, 2 de septiembre de 2012

EFÍMERO, Ko Un & Raquel Olvera


EFÍMERO

Una trescientas millonésima de segundo,
si eso es lo que dura una partícula,
considera qué interminable es un día

¿Piensas que un día es demasiado corto?

gran codicia

KO UN, Ananda, Casariego, Madrid, 2005, página 42.

Ilustración: Raquel Olvera

sábado, 1 de septiembre de 2012

[¿ES IMPOSTOR...], Raúl Fernández Vítores


¿Es impostor
el verso que a las cosas
quiere dar voz?

RAÚL FERNÁNDEZ VÍTORES, Res Nata, Vitubrio, Madrid, 2008, p. 13.