viernes, 31 de agosto de 2012

DE LOS AMIGOS, DE LOS CONOCIDOS, DE LOS ENEMIGOS, Max Aub & Ceesepe



DE LOS AMIGOS, DE LOS CONOCIDOS, DE LOS ENEMIGOS        
        
Amigo: Hombre al que el hombre dice lo que piensa.
Conocido: Hombre al que el hombre no dice lo que piensa.
Enemigo: Hombre al que el hombre dice lo que piensa y lo que no piensa.


MAX AUB, Manuscrito cuervo, Cuadernos del Vigía, Granada, 2012,
p. 86.

Ilustración: Ceesepe

jueves, 30 de agosto de 2012

[QUERIDA PENÉLOPE...], Ángel Guache



Querida Penélope:
estoy lejos de casa,
estoy lejos de ti,
vago por el anchuroso
mundo
tan solitario
como un alma en pena;
ante mis ojos
cruzan absurdas batallas
y sólo me consuela
imaginar
la belleza del tapiz
que estás bordando.

ÁNGEL GUACHE, Un mundo en miniatura, Huerga & Fierro, Madrid, 2003, p. 49.

miércoles, 29 de agosto de 2012

CINCO LOBITOS, Josep Sou

Josep Sou

Poesía experimental española (1963-2004), Marenostrum, Madrid, 2004, p. 117.


martes, 28 de agosto de 2012

[HACE DOS MILLONES DE AÑOS...], Almudena Guzmán


Hace dos millones de años,
en el Pleistoceno,
estuve en Venecia.
        
Con nieve,
en enero
y con amor.

El recuerdo me dice
que sus ojos eran de un azul murano
pero ya no puedo verlos.
        
Sólo vivo en blanco y negro.


ALMUDENA GUZMÁN, Zonas comunes, Visor, Madrid, 2011, página 80.

lunes, 27 de agosto de 2012

EL FANTASMA INGLÉS, Álvaro Cunqueiro


EL FANTASMA INGLÉS
        
   En una aldea de Wilshire, en la posada conocida por «El Cisne que toca las campanas», se detuvo el día de difuntos de 1700 un caballero que viajaba como jinete en un penco galés en compañía de un espolique mocete de catorce.
   No más llegar preguntó el viajero al maese del mesón si había llegado un amigo suyo algo pariente, y que tanto se le parecía que la gente no los distinguía. Dijo el huésped que no había llegado viajero alguno.
   —Nos habremos equivocado de posada —dijo el caballero, que volvió a su jaco galés y siguió su viaje.
   Al cuarto de hora, en un bayo flaco, llegó otro viajero con un criado negro, anciano, que llevaba al hombro una bolsa doble de cuero. Hizo al posadero las mismas preguntas que el caballero del penco galés.
   —Ahora mismo salió para la otra pasada, señor —dijo el maese.
   —Volverá —dijo el viajero— y le diréis que no puedo esperar y que ya nos veremos al año próximo.
   Se marchó el viajero del caballo bayo, y minutos después llegó el del penco.
   —Ahora se ha ido el pariente de su merced, y en verdad he de decirle que no se parecen ustedes en nada. Dijo que el año próximo estaría aquí, a la misma hora.
   —Pues vendré a la cita —dijo el desconocido. Y se marchó a trote corto, llevando a la grupa el espolique.
   El día de difuntos de 1701 llegó sin espolique el viajero del penco galés y se sentó ante la chimenea, esperando la visita de su compañero. Llegó éste en su bayo y sin criado negro, y el posadero no reconoció en él al viajero del otro año. Los dos caballeros eran iguales y vestían ropas gemelas; se abrazaron en silencio y en silencio bebieron. El del penco galés buscó un papel en el bolsillo del chaleco y lo echó a las llamas. El del bayo, se levantó y se dirigió hacia la puerta de la posada. Cuando la hubo abierto, gritó:
   —¡Volveré con el humo y las cenizas! —y huyó.
   El caballero del penco pagó y se marchó en silencio. Desde entonces, todos los días de difuntos, a las siete de la tarde, anté la chimenea de «El Cisne que tocá las campanas», sé apiña la gente para ver cómo brota del fuego un blanco papel que flota en el aire y luego vuelve al fuego de donde nació y se consume lentamente. (Scotland Yard envió una vez a la posada a un inspector famoso, que intentó apoderarse del papel, pero no pudo: quemaba como hierro al rojo vivo. Esto me contó un inglés. Años más tarde pasó por la aldea un ilusionista, que leía lo que estaba oculto, y pudo leer lo que el papel guardaba; pero no lo quiso decir porque afirmó que tocaba a la honra de una dama. Hace años se vendió la posada, y consta en la escritura que si antes de que transcurran diez anos el papel deja de presentarse, la venta se anula «ipso facto» si el comprador quiere.)
   Esta es la historia del fantasma inglés; ya sé que no es buena, pero está tan probada, que no se puede pasar sin contarla para edificación de incrédulos.
        
ÁLVARO CUNQUEIRO, Flores del año mil y pico de ave, Seix Barral, 1990, pp. 51-52.

domingo, 26 de agosto de 2012

MADRIGAL A UNOS OJOS, Fernando MIllán

Fernando Millán

Poesía experimental española (1963-2004), Marenostrum, Madrid, 2004, p. 107.

sábado, 25 de agosto de 2012

EL RESCATE DE LA CIUDAD PRISIONERA, Eduardo Galeano


Agosto
25
        
        
EL RESCATE DE LA CIUDAD PRISIONERA
        
   Al amanecer de este día de 1944, París enloqueció.
   La ocupación nazi había terminado.
   Los primeros tanques y carros blindados habían entrado unas horas antes:
   —¿Son americanos? —preguntaba el gentío.
   Pero los nombres de esos tanques y esos blindados, torpemente escritos con pintura blanca, decían: Guadalajara, Ebro, Teruel, Brunete, Madrid, Don Quijote, Durruti...
   Los primeros liberadores de París fueron los republicanos españoles.
   Vencidos en su tierra, se habían batido por Francia.
   Ellos creían que después España sería rescatada.
   Se equivocaron.

viernes, 24 de agosto de 2012

BEBÉ, Ko Un


BEBÉ

Antes de tu nacimiento
antes que tu padre
antes que tu madre


tu balbuceo ya estaba ahí.



KO UN, Ananda, Casariego, Madrid, 2005, página 14.

jueves, 23 de agosto de 2012

DEL BULO, Max Aub


DEL BULO
        
   El bulo es el principal alimento de los hombres. Crece con inaudita rapidez. Basta una frase, y ya es todo: corre, envuelve, gira, domestica, crece, baraja, entrevera noticias y figuraciones, busca bases, da explicaciones, resuelve cualquier contradicción: panacea. Sus diversos padres: viejos, guardias, cartas, radio, externos, viajeros, huidos, campesinos de los alrededores, antesalas, esperas, colas. Intranquiliza a los más escépticos, exalta a los alicaídos, corre, vuela y se revuelve, desconocido. ¿De dónde nace? Del aire y siempre con un regustillo de verdad escondida. Cada bulo tiene su grano de anís, la cuestión es dar con él, en la interpretación está el gusto. Se le diseca y desdobla como una célula cualquiera, más paridor que coneja. Forma grupos, disuelve reuniones, yéndose cada cual a formar un nuevo centro, red nerviosa, rapidez de luz, toque de imaginación, vanguardia de deseos, fruto natural del sueño, pimienta del encierro, sarpullido de las noches, desazón de los enteros, escalofrío de tontos, plasmado sueño de débiles. Se desvanece con otro y de bulo en bulo pasa el tiempo, bulo de bulos. Hácese la noche, cae el sueño y la muerte: otro bulo.

MAX AUB, Manuscrito cuervo, Cuadernos del Vigía, Granada, 2012,
pp. 74-75.

miércoles, 22 de agosto de 2012

UN ARTISTA DEL TRAPECIO, Franz Kafka & Sesé


UN ARTISTA DEL TRAPECIO

   Un artista del trapecio —como es bien sabido, este arte que se practica en las alturas de los grandes circos es uno de los más difíciles a los que los hombres pueden dedicarse— había dispuesto su vida de tal modo que, primero por un mero afán profesional de superación, luego por una costumbre que se volvió tiránica, mientras trabajaba en la misma compañía, permanecía en su trapecio noche y día.
   Todas sus necesidades, por cierto muy limitadas, eran satisfechas por empleados que se turnaban, y que subían y bajaban todo lo que el trapecista, precisaba en recipientes especialmente construidos para tal fin.
   Este modo de vida no creaba dificultades especiales en su entorno; únicamente era un poco molesto que se quedara arriba durante la representación del resto de números del espectáculo, ya que no se le podía ocultar y, aunque en esos momentos el artista permanecía inmóvil la mayoría de las veces, no se podía evitar que de vez en cuando alguien del público desviara su mirada hacia él. Pero los directores del circo le disculpaban este modo de vida porque era un artista extraordinario, insustituible. Además, todo el mundo entendía que él no vivía así deliberadamente; en realidad, sólo así podía estar siempre en forma y preservar la suma perfección de su arte.
   Por otra parte, el ambiente en lo alto del trapecio también era saludable, y si en la estación del año más calurosa se abrían las ventanas laterales de la cúpula, y el aire fresco y el imponente sol invadían el recinto en penumbra, entonces la vista era incluso hermosa.
   Evidentemente, las relaciones humanas del trapecista eran muy pocas. Sólo a veces algún colega trepaba por una escalerilla y se sentaba junto a él en el trapecio. Uno se apoyaba en la cuerda de la derecha y el otro en el de la izquierda y así charlaban un buen rato.
   En otras ocasiones algunos obreros reparaban la bóveda y cruzaban algunas palabras con él a través de alguna ventana abierta. También podía suceder que el electricista revisara las luces en la galería superior y le gritara algunas palabras respetuosas aunque poco inteligibles.
   Sin embargo, habitualmente el trapecista no decía nada y permanecía pensativo. Sólo a veces algún empleado que vagaba despistado por la sala vacía alguna tarde, levantaba los ojos hacia aquella altura inaccesible a la mirada donde el trapecista practicaba su arte o simplemente descansaba sin saher que alguien le observaba.
   El artista del trapecio hubiera podido vivir tranquilo así, sin que lo molestaran, a no ser por los inevitables viajes de una ciudad a otra, que le importunaban sobremanera. Es cierto que el empresario procuraba que esa mortificación no se prolongara innecesariamente. Para desplazarse por las ciudades, el trapecista utilizaba un coche de carreras que, a ser posible de noche o durante la madrugada, conducía a toda velocidad a través de las calles desiertas, pero la verdad es que tenía la sensación de ir demasiado lento para su anhelo por estar de nuevo en el trapecio.
   En el tren se reservaba un compartimiento para él solo donde el trapecista se recostaba en el altillo del equipaje, lo cual le suponía una sustitución, aunque poco satisfactoria, de su acostumbrado modo de vida.
   En la ciudad de destino ya se había instalado el trapecio mucho antes de su llegada, se había abierto todas las puertas del circo de par en par y los corredores ya se habían despejado. Pero el momento más feliz de la vida del empresario era cuando el trapecista apoyaba el pie en la escalerilla y en un santiamén trepaba de nuevo a su trapecio. Todos estos viajes resultaban económicamente muy beneficiosos para el empresario, pero sea como fuere destrozaban los nervios del artista.
   En cierta ocasión, mientras viajaban (el artista en el altillo, ensimismado, y el empresario recostado junto a la ventanilla, leyendo un libro), el trapecista le dijo, mordiéndose los labios, que en lo sucesivo necesitaba, no un trapecio, como hasta entonces, sino dos, uno frente a otro.
   El empresario accedió a su petición de inmediato. Sin embargo, el trapecista, como si quisiera señalar que ni la aceptación ni la oposición del empresario importaran, añadió que nunca más y bajo ninguna circunstancia, trabajaría únicamente sobre un solo trapecio. Pareció horrorizarse ante la idea de que pudiera sucederle alguna vez. Observándole, el empresario le replicó, aunque vacilante que estaba dispuesto a acceder a su demanda y que dos trapecios eran mejor que uno solo. Además, la nueva instalación ofrecía muchas ventajas y el número sería más variado y sofisticado.
   Entoncés de pronto, el artista se echó a llorar. Profundamente sobresaltado el empresario se levantó y le preguntó qué le ocurría. Como no recibiera respuesta, el empresario se subió al asiento, le acarició y puso su cara junto a la suya para que las lágrimas del artista también se derramaran sobre él. Sólo después de muchas preguntas y palabras amables, el trapecista exclamó, sollozando: “¿Cómo se puede vivir con sólo una barra en las manos?".
  A partir de este momento al empresario le resultó más fácil consolar al trapecista. Le prometió que en la siguiente estación telegrafiaría al lugar de destino para solicitar la instalación del segundo trapecio y se reprochó el haberle hecho trabajar en un único trapecio durante tanto tiempo. También le dio las gracias y le elogió por haberle hecho advertir aquel imperdonable error. Así consiguió el empresario tranquilizar al trapecista y pudo volver a su rincón.
   Pero él no había logrado tranquilizarse. Seriamente preocupado, observaba a escondidas, por encima del libro, al trapecista. Si tales pensamientos habían empezado a atormentarle, ¿Podrían ya cesar por completo? ¿No irían intensificándose día a día? ¿No amenazarían su existencia? Y el empresario, alarmado, creyó ver, en medio del sueño aparentemente tranquilo en que habían  terminado sus sollozos, comenzar a dibujarse la primera arruga en la tersa frente infantil del artista del trapecio.

FRANZ KAFKA, Un artista del trapecio, Narval, 2012, 30 páginas.

Ilustraciones: Sesé

Traducción: Lai Liñán

martes, 21 de agosto de 2012

UN NOTARIO IRLANDÉS, Álvaro Cunqueiro


UN NOTARIO IRLANDÉS
        
   Un día de noviembre llamaron a la puerta del notario de Armagh.
   Lo llamaban para un testamento. Se embozó en su cuatremuz el letrado, y en una mula muy reducida y cristiana —de la Abadía de Beryl venía— se puso en viaje. Llegó a la casa donde yacía el enfermo, el testador, y la halló muy iluminada de velas de cera virgen. El portal, las escaleras y las habitaciones estaban abarrotadas de velas encendidas. El testador estaba en el lecho, y le dijo lo que sigue al señor notario de Armagh:
   —Estas luces son las Benditas del Purgatorio, a las que lego toda mi fortuna. Haced el testamento.
   Hizo el testamento el notario, todo él en letra inglesa, y firmó e1 enfermo, que, no más firmar, dio el alma a Dios. Del lecho brotó una lucecilla, y con todas las velas, con la luminosa compaña, voló. De testigos del testamento actuaron dos de aquellas velas, que, en lugar de la firma, dejaron caer dos gruesas gotas olorosas de cera.
        
ÁLVARO CUNQUEIRO, Flores del año mil y pico de ave, Seix Barral, 1990, p. 53.

lunes, 20 de agosto de 2012

EPITAFIO, Patxi Serrano



ALFONSO LÓPEZ GRADOLÍ (editor), Poesía experimental española. (Antología incompleta), Calambur, Madrid, 2012, p. 240.

Patxi Serrano


domingo, 19 de agosto de 2012

DENTRO DEL MENÚ, Raúl Sánchez Quiles


DENTRO DEL MENÚ

   El guachinche de El Cilindrín es famoso por la carne de cochino, no por la amabilidad del dueño. El Cilindrín es un tipo irascible, violento y bebedor, conocido por trabajar poco y por maltratar a su esposa y a sus hijas. A pesar de su incómoda presencia, su familia lleva con éxito el negocio. Por eso, la noche en que dijeron que Anastasio El Cilindrín se había embarcado con una extranjera, no hubo duelo, sino fiesta en el guachinche. Los clientes bebieron y comieron como nunca. Invitó la casa. Sobre el fogón, un secreto familiar y dos tipos de carne de cochino.

Raúl Sánchez Quiles


IRENE ANDRES-SUÁREZ, Antología del microrrelato español (1906-2011), Cátedra, Madrid, 2012, página 494.

sábado, 18 de agosto de 2012

EL DOLOR, Fernando Trías de Bes & Chema Madoz



EL DOLOR
        
   Érase una vez un faquir que se ejercitó durante meses para una importante actuación. En su debut, se tragó cinco espadas hasta la empuñadura, se comió unos trozos de vidrio como si fuesen mendrugos y se estiró sobre una alfombra de clavos mientras tres hombres saltaban repetidamente y sin piedad sobre su pecho y su abdomen.
   Al acabar la función, mientras hacía modestas reverencias y el público lo ovacionaba con admiración, le hicieron entrega del clásico ramo de flores con que se obsequia a los artistas al finalizar su actuación. Eran rosas. Al tomarlas, se pinchó con una espinita y exclamó:
   —¡Ay!— Apartó la mano, dejó caer el ramo sobre el escenario y se chupó el dedo.
   Todavía frente al atónito público, el presentador le preguntó:
   —¿Y eso?
   Y el faquir respondió:
   —Eso... no lo esperaba.
        
   FERNANDO TRÍAS DE BES, Relatos absurdos, Urano, Barcelona, 2006, p.19.

viernes, 17 de agosto de 2012

MÍRAME, Patxi Serrano




ALFONSO LÓPEZ GRADOLÍ (editor), Poesía experimental española. (Antología incompleta), Calambur, Madrid, 2012, p. 241.

Patxi Serrano

jueves, 16 de agosto de 2012

HUYE UNA DAMA, Álvaro Cunqueiro


HUYE UNA DAMA
        
   Avisaban de las cazas en las Tierras Soberanas de Sedán, y una doncella llamada Clemence avisó al postillón de los trompeteros diciéndole:
   —iSi encontráis al ciervo lucero, avisadme, que es el hijo de mi señor y mi enamorado!
  El ciervo lucero acudió al aviso, y el postillón mandó recado a la doncella. Vino Clemence al bosque, y el ciervo lucero le besó las manos.
  —¿Cómo os desencantaré? —lloraba Clemence.
  —No lo sé —dijo el ciervo en buen francés—. Pero, si me amáis, puedo encantaros de cierva y correremos por el bosque.
  Accedió Clemence, se tomó cierva lucera, y al galope con su amor entró en el robledal. Por eso en las Tierras Soberanas hay que preguntarle al ciervo si es persona o animal, cuando comienzan las cazas en otoño.

ÁLVARO CUNQUEIRO, Flores del año mil y pico de ave, Seix Barral, 1990, página  54.

miércoles, 15 de agosto de 2012

EL GRAN ESCRITOR, Alexander Drake


EL GRAN ESCRITOR

   Anthony era uno de los mejores escritores de todos los tiempos. El problema es que hasta que un editor importante no se diera cuenta de ello, tampoco lo haría el resto del mundo.
   Él sostenía la teoría de que la mayoría de los escritores no tenían nada que aportar ni nada que decir. Según su criterio, no poseían la más mínima imaginación ni el valor suficiente para plasmar algo que mereciera la pena ser leído. Se escudaban en la forma para desviar la atención de un contenido inexistente. Eran magos de las palabras; pero como todo el mundo sabe, la magia no existe, no es más que una mera ilusión, un fraude camuflado con gracia que nos hace sonreír, pero que no deja de ser un engaño.
   Él, por el contrario, había conseguido comulgar con la esencia del ser humano siendo capaz de escribir sobre ello de manera notable.
   Siempre llevaba consigo un bolígrafo y una libreta donde anotar todos los pensamientos y escenas que conseguía extraer de la vida cotidiana. Después, al llegar a su casa, arrancaba las hojas y transcribía todo el material al ordenador para dar forma a lo que serían sus próximas obras. Aquellas que acabarían pudriéndose para siempre en la oscuridad de un cajón; a no ser que un editor importante abriera los ojos y apostara por él.

ALEXANDER DRAKE, Vorágine, Irreverentes, Madrid, 2012.

martes, 14 de agosto de 2012

[TROPEZARON...], Antonio Mingote

   Tropezaron, ella al entrar y él al salir del ascensor.
   —Perdón —dijo él, pensando que acababa de chocar con una de esas cretinas atolondradas que se precipitan a la peluquería con la pretensión, una vez  bien peinadas, de seducir a un idiota y vivir a su costa para siempre.
   —No es nada— dijo ella, lamentando la abundancia de hombres presuntuosos, como ése, probablemente homosexual y sin más aspiraciones que la de llegar a tiempo para disfrutar el partido de fútbol bebiendo cerveza frente a la tele.
   Y siguieron su camino, él al quirófano donde operaba aquella tarde, y ella a la biblioteca a consultar unos datos sobre la memoria histórica que estaba escribiendo.
   No sabían que habían nacido el uno para el otro, que, juntos, habrían sido felices toda la vida.
   No volvieron a encontrarse en ningun otro lugar del universo.
        
   ANTONIO MINGOTE, El caer de la breva, Planeta, Barcelona, 2010, página 23.

lunes, 13 de agosto de 2012

LOS FALSOS RUMORES


LOS FALSOS RUMORES
        
   Érase una vez un gitano que tenía un burro. Fue con el burro al río a buscar leña, el pobre burro se tropezó con una piedra, se cayó al río y se ahogó. El gitano lo cogió y lo enterró, y, claro, se lo contó a su mujer.
   La mujer del gitano le dijo a su hermano que el burro de su cuñado se había ahogado y que estaba entenado en tal sito; su hermano le dijo al patriarca que su cuñado se había ahogado y que había que hacer algo para darle cristiana sepultura; el patriarca le dijo a su mujer que había un gitano muerto y entenado en tal sitio, y la mujer del patriarca se lo dijo a la guardia civil.
   La guardia civil pensó que se trataba de un hombre y fueron a buscar el cuerpo. Se pusieron a cavar al lado del río y descubrieron que era un burro. Mientras ellos perdían el tiempo desenterrando al burro, robaron un banco, y no fueron los gitanos, precisamente. Todo por hacer caso de una noticia que se fue embrollando de boca en boca.

JAVIER ASENSIO GARCÍA, Cuentos populares de los gitanos españoles, Siruela, Madrid, 2011, 319 páginas.

domingo, 12 de agosto de 2012

ÁRBOL, Teo Serna





ALFONSO LÓPEZ GRADOLÍ (editor), Poesía experimental española. (Antología incompleta), Calambur, Madrid, 2012, p. 237.

sábado, 11 de agosto de 2012

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS, Cesare Pavese


VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, cara esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.
Cesare Pavese

viernes, 10 de agosto de 2012

EL PREMIO, Alejandro Jodorowsky



EL PREMIO
        
   —Te concedo un solo deseo. Piensa bien y pide lo que quieres.
   —Que ese deseo sea yo el que pueda concederlo y que seas tú quien lo pida.

ALEJANDRO JODOROWSKY, El tesoro de la sombra, Siruela, Madrid, 2003,  p. 185.

jueves, 9 de agosto de 2012

LLAVE, Raúl Brasca


LLAVE

   Fue triste cuando mi padre, sin que ya se la pidiera, me dio la llave de la casa. Yo casi era un adulto y él me la dio como quien pide permiso para envejecer.

miércoles, 8 de agosto de 2012

TODO ME RECUERDA A TI, Teo Serna


ALFONSO LÓPEZ GRADOLÍ (editor), Poesía experimental española. (Antología incompleta), Calambur, Madrid, 2012, p. 238.

martes, 7 de agosto de 2012

[LOS QUE FUISTE...], Fernando Pessoa



Los que fuiste siguen siendo en algún lugar al que el que eres ya no tiene acceso.


FERNANDO PESSOA, Aforismos, Renacimiento, Sevilla, 2012, p. 91.

lunes, 6 de agosto de 2012

LA BOMBA DE DIOS, Eduardo Galeano



Agosto
6
La bomba de Dios

   En 1945, mientras este día nacía, murió Hiroshima. En el estreno mundial de la bomba atómica, la ciudad y su gente se hicieron carbón en un instante.
   Los pocos sobrevivientes deambulaban, mutilados, sonámbulos, entre las ruinas humeantes. Iban desnudos, y en sus cuerpos las quemaduras habían estampado las ropas que vestían cuando la explosión. En los restos de las paredes, el fogonazo de la bomba atómica había dejado impresas las sombras de lo que hubo: una mujer con los brazos alzados, un hombre, un caballo atado...
   Tres días después, el presidente Harry Truman habló por radio.
   Dijo:
   —Agradecemos a Dios que haya puesto la bomba en nuestras manos, y no en manos de nuestros enemigos; y le rogamos que nos guíe en su uso de acuerdo con sus caminos y sus propósitos.
        

domingo, 5 de agosto de 2012

MAITEGUNEA (ESPACIO DE AMOR), Patxi Serrano




ALFONSO LÓPEZ GRADOLÍ (editor), Poesía experimental española. (Antología incompleta), Calambur, Madrid, 2012, p. 240.

Patxi Serrano

sábado, 4 de agosto de 2012

TODA LA DICHA CABE EN UNA LÁGRIMA, José Manuel Caballero Bonald & Man Ray


TODA LA DICHA CABE EN UNA LÁGRIMA

Fortalecido en la traición, el cuerpo
contempla un día la frustrada huella
de la felicidad, fuego engendrado
en cautelosa nieve, donde sólo
perviven ya rescoldos, momentáneos
delirios, rebeldías, simulacros
de desnuda agresión. Estéril
ya el olvido, toda la dicha cabe
en una lágrima, toda la culpa
en un recuerdo.

                           Así la carne yergue
su gastada mentira frente al rostro
fugaz de la verdad, emblema despiadado
de lo que no se puede poseer,
pasión que muere cuando está naciendo.

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD, Memorias de poco tiempo, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1954.

viernes, 3 de agosto de 2012

CADERAS, Sandra Cisneros


CADERAS        
        
Me gusta el café, me gusta el té.
Me gustan los chicos y yo les gustaré.
Sí, no, quizá sí. Si, no, quizá no...
        
   Un buen día te despiertas y ahí están. Listas y esperándote, como un Buick nuevo con las llaves puestas. Listas para llevarte... ¿adónde?
   Sirven para sostener a un crío mientras cocinas, dice Rache!, y le da vueltas un poco más deprisa a la comba. No tiene imaginacion.
   Hacen fa!ta para bailar, dice Lucy.
   Si no las tienes te puedes convertir en un hombre. Lo dice Nenny, y se lo cree. Es así por su edad.
   Es verdad, añado antes de que Lucy o Rachel se burlen de ella. De acuerdo, es tonta, pero es mi hermana.
   Aunque lo más importante es que las caderas son científicas, digo, repitiendo lo que me ha contado Alicia. Por los huesos se sabe qué esqueleto era de hombre cuando era un hombre, y cuál era de mujer.
   Florecen como las rosas, continúo, porque es obvio que soy la única que puede hablar con autoridad; la ciencia está de mi lado. De repente, un buen día se abren los huesos. Así de simple. Si un día decidieras tener niños, ¿dónde los meterías? Has de tener espacio. Los huesos tienen que ceder.
   Pero que no sean muy grandes, o se te ensanchará el trasero. Eso suele ocurrir, dice Rachel, cuya mamá es ancha como una barca. Y nos reímos.
   Mi pregunta es: ¿quién de nosotras está preparada? Hay que saber que haras con las caderas cuando aparezcan, digo improvisando a medida que hablo. Tienes que saber andar con caderas, o sea, practicar: como si la mitad de tu cuerpo quisiera caminar hacia un lado y la otra mitad hacia el otro.
   Eso es para acunarlo, dice Nenny, para que duerma el niño que llevas dentro. Y luego se pone a cantar caracolas, campanillas, seca, saca, se acabó.
   Estoy a punto de decirle que es lo más estúpido que he oído en mi vida, pero cuanto más lo pienso...
   Has de coger el ritmo, y Lucy empieza a bailar. Lo sabe hacer, aunque le cuesta mantener tenso el extremo de la comba.
   Tiene que ser así, digo. Ni demasiado deprisa ni demasiado despacio. Ni demasiado deprisa ni demasiado despacio.
   Hacemos los círculos dobles más despacio para que Rachel, que acaba de entrar de un salto, pueda coger la práctica de las vueltas.
   Yo quiero sacudirme como huchi-cuchi, dice Lucy. Está loca.
   Yo quiero moverme como hibi-jibi, digo yo, porque es mi turno.
   Yo quiero que sea Tahiti. O merengue. O electricidad.
   ¡O tembleque!
   Sí, tembleque. Ésa es buena.
   Y entonces empieza Rachel:
Fuera, fuera,
mueve la cadera.
Date la vuelta
y toca madera.
        
   Lucy espera un rato hasta que le toque. Está pensando. Luego empieza:
        
Una camarera tenía tan anchas las caderas
que alquiló un piso sin escaleras
y dice que nadie la besa dé veras
porque...
¡porque se parece a Cristóbal Colón!
Sí, no, quizá sí. Sí, no, quizá no.

   Al llegar a quizá no, tropieza. Yo espero un poco antes de empezar, tomo aire y me lanzo:
         A veces las caderas son pequeñitas.
A veces se hinchan como las tiritas
cuando sales de la bañera.
A mí me da lo mismo como sean
siempre que tenga caderas.
        
   Ahora seguimos el rollo todas menos Nenny, que aún murmura yo no soy bonita ni lo quiero ser. Es así.
   Cuando los dos arcos de la cuerda se abren como mandíbulas, Nenny salta desde mi lado, con la comba haciendo tiqui tiqui y con los pendientitos de oro que mamá le regaló por su primera comunión balanceandose. Tiene el mismo color que el jabon de fregadero, es como la pequeña pieza marróli que queda después de lavar, el hueso duro de mi hermana. Abre la boca. Empieza:
        
El cocherito leré
me dijo anoche leré
que si quería leré
montar en coche leré.
        
   Esa Canción tan vieja no, le digo. Tiene que ser una cancion tuya. Inventatela, ¿entiendes? Pero no lo entiende, o no lo quiere entender. No sé cuál de las dos Cosas. La cuerda da vueltas y vueltas y vueltas...
        
Al pasar la barca
me dijo el barquero
las runas bonitas
no pagan dinero.
Yo no soy bonita
ni lo quiero ser...
        
   Se nota que Lucy y Rachel están enfadadas, pero no dicen nada porque es mi hermana.        
Sí, no, quizá sí. Sí, no, quizá no...
        
   Nenny, la llamo, pero no me oye. Está a demasiados años luz. Está en un mundo al que las demás ya no pertenecemos. Nenny. Se va. Se va.
        
¡Pim pon fuera!

SANDRA CISNEROS, Una casa en Mango Street, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp. 75-79.

jueves, 2 de agosto de 2012

MADANELA, Álvaro Cunqueiro & J.E. Millais





MADANELA
        
   Se ahogó viniendo de la romería del Pomar. El río la llevó hasta San Acisclo. Muy bailadora era. Tendría yo sobre obra de ocho años cuando fui con mi tío Carlos a Lugo. Al regreso nos cogió la noche en Valgaiña, una noche de niebla cerrada, y corno se acusaban lobos por aquella banda del Arnois, buscamos abrigo en la posada de Juan de Cruz. Me acostaron en la habitación de Madanela, en un catre de tijera, al lado de su cama. El suelo del cuarto estaba estrado de manzanas, entre paja de trigo. Olía deliciosamente la habitación, olían las ropas de la cama, yo mismo olía a manzana. Me despertó Madalena al acostarse. Se desnudó del todo y miró la camisa a la luz del candil. Según la recuerdo, y comparándola con otras, estaba regordeta. La luz del candil le hacía las carnes dotadas. Se miró el cuerpo, pasándose las manos por las ancas, y luego se acarició el pecho levantado. Y, mirando hacia mi catre, mató la luz.
   Ya llevo pasada media vida y aún, de vez en veces, me viene a la memoria aquella Madanela desnuda a la luz del candil. Quiza don Leonis la vio tambien, en aquella misma habitación que recendía a manzana carnosa. Y cuando pienso en Madanela ahogada, la imagino como una de esas manzanas que el aire de agosto en los pomares de la Ribera, meneando las ramas, tira al Osar. Las aguas, se la llevan río abajo.
        
ÁLVARO CUNQUEIRO, Flores del año mil y pico de ave, Seix Barral, 1990, página 43.